¿QUIÉN SOY?




Este es el blog de MANUEL BUENDÍA BERCEDO. Pretendo mostrar una propuesta profesional y particular acerca de la Igualdad de Género y las Masculinidades. Veremos algunas respuestas a la pregunta anterior pero sobre todo, haremos muchas más preguntas para invitar o implicar a otros hombres en la Igualdad.



martes, 9 de enero de 2018

Navidad: las paradojas de la tradición y la comida- II parte


En la primera parte intentamos aportar un enfoque diferente a la Navidad. Resaltamos aspectos de la tradición, costumbres, las múltiples identidades y los “sentidos de pertenencia”.

Resaltamos rituales religiosos con perspectiva de género y un enfoque de masculinidades. 

Hablamos de las diversas emociones negativas,  nostalgias y soledades, o la imposición de tener que reír por decreto.

Le dimos importancia a los diferentes tipos de familia, biológica o de elección.

Criticamos la navidad como producto de consumo. Vimos que una época basada en la opulencia y el sueño por la lotería, podría haberse convertido en una buena oportunidad para la erradicación mundial de la pobreza, tema que junto con las migraciones, es urgente también incorporarle perspectiva de género.


Pues bien, hoy continúo con una Antropología de la alimentación y  las relaciones personales en torno a estas fechas navideñas.

Me parece muy oportuno refrescar aquí la definición clásica de “cultura”, de Edward Burnett Tylor, según la cual la cultura está constituida por todo el  “conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad". Hoy por hoy, para que quede muy claro, añadimos  y explicitamos a mujeres y hombres con sus especificidades, diversidades y desigualdades. La alimentación, la música, el ocio individual o de  grupo,  y  los regalos también están incluidos en esta definición.

A nadie se le escapa que la comida, además de satisfacer las necesidades biológicas del cuerpo, satisface necesidades sociales. Lo estrictamente biológico de la comida, necesario para la supervivencia, se convierte en un hecho radicalmente cultural,  cargado de sentidos sociales y culturales. Por tanto, tenemos una triple finalidad: salud, placer, y la integración social.

La comida es uno de los marcadores de identidad más claros. Se dice vulgarmente que “somos lo que comemos”. Comidas de diario y comidas “especiales”, son un lenguaje que traduce inconscientemente muchos elementos de la estructura social.  Los cuerpos (y a partir de ellos las personas) se definen en función de lo que cualitativa y cuantitativamente comen y de lo que desechan.


¿Qué compramos para las cenas y comidas de estas fechas? ¿Somos conscientes si son productos traídos del otro confín del mundo, con el consiguiente derroche energético, o son fruto de la explotación?

¿Compramos ese marisco como marcadores de clase para "darle en los morros" a ese “cuñado” que nos cae mal o hermana a la que tenemos envidia? No olvidemos que esta época navideña es uno de los momentos fuertes del año donde las “limitaciones económicas” nos explotan en la cara.

Podríamos hablar de “gastro-política” y género , donde nos fijamos en las estructuras formales de la comida, la posición social, y el poder relativo entre las personas que comen juntas. Reajusta el status quoo las jerarquías entre miembros de la familia extensa, de varias generaciones. 

El conocimiento culinario puede ser también un arma que se pone en juego para hacerse valer en la negociación dentro de la casa, en las relaciones de género y en la familia extensa. Puede ser otro elemento de prestigio social, o de establecimiento de jerarquías. Programas como el “master chef” de la tv pueden hacernos reflexionar sobre el cambio social en este tipo de asuntos.

La comida en sí es mágica, tiene mucha eficacia simbólica. Según la antropóloga Audrey Richards, el alimento es la fuente de las emociones más intensas, y proporciona la base de alguna de las nociones más abstractas y de las metáforas más importantes del pensamiento religioso. Los rituales de la comida en la mayoría de las culturas desde la antigüedad están cargadas de espiritualidad.

Un reflejo de la estructura familiar habitual, si te fijas bien, se aprecia cuando hay subordinación femenina en los roles, tareas donde la carga de trabajo de las comidas navideñas es soportado mayoritariamente por las mujeres de la familia.

Y por el otro lado, está también el “poder de usar el cucharón” en las familias ¿La sabiduría culinaria entre mujeres las empodera? ¿o simplemente esencializa estereotipos? ¿Los hombres nos hemos incorporado a ser líderes o meros pinches en las comidas sociales? ¿Con qué intención?

Parece que las generaciones más jóvenes aún no han encontrado su posición, ni su estilo. Ahora no cocinan ni ellas, ni ellos, en estas fechas.  Se incorporan al alcohol y bailes posteriores.

La fiesta del 1 de noviembre de todos los Santos, por ejemplo, que tiene su equivalente en otras fechas en diferentes culturas,  tenía el valor simbólico beneficioso de mirarle a los ojos a la muerte. Podía ser una oportunidad incómoda de aumentar la consciencia, y de recordar a quien ya no vive. Sin embargo la deriva cultural (hegemónica) del “hallowen”, con sus huesitos de dulce y  calabazas, ha reconducido la fiesta hacia “otros carnavales" consumistas e irreflexivos ¿Os parece casualidad? ¿No es  otra victoria del frívolo consumismo globalizador? Está muy relacionado con lo que ocurre en Navidad.

La significación social del acto de beber, comer y compartir costumbres y tradiciones, se transforma finalmente en vínculo, en nueva o re-novada relación.

El periodo navideño es una buena oportunidad para revisar nuestras dietas. Reflexionar sobre la salud, o por qué le ha aparecido diabetes al hermano de tu madre.


Sirve para empatizar con las personas próximas  y conectar con nuevas comidas que nos traen familias transnacionales que viven entre nosotros. Son espejos donde mirarnos.



¿Soy generoso? ¿Cuál es mi actitud de regalar comida, o de compartir espacio en mi mesa? ¿Lo reduzco a  familia y amigos o amigas íntimos? ¿Suelo comer alguna vez con compañeras o compañeros de trabajo, (en otras épocas) y por qué?

Y saltando a otro tema aparentemente distinto, según Margaret Visser, la comida es un ritual en el que se despiertan deseos sexuales ¿Habías pensado alguna vez la relación que tiene todo  esto de la alimentación, con la  generosidad, la disposición o la actitud personal,  y con  las relaciones sexuales?
En estas fiestas es muy dado a dedicarle  tiempo y  mucha más  dedicación de la normal en la preparación de los platos. Solemos decir con frecuencia que lo hacemos con más cariño y mimo.

¿No será una proyección de la manera en la que queremos tratar y que nos traten?

Es absolutamente necesario aquí que reflexionemos de nuevo en la brecha  de dedicación que existe entre hombres y mujeres, en la elaboración de los platos navideños, y la relación que podría tener con la dedicación en las relaciones afectivas y sexuales.

Es muy interesante analizar las parejas de las  nuevas generaciones y saber cómo están aprendiendo a cocinarse mutuamente (o no). En clave de competencias afectivas y autonomía personal, en igualdad.


Un tema aparte son los estudios culturales sobre el consumo del alcohol. La bebida es un potenciador de las relaciones sociales, como bien se sabe.  Me preocupa especialmente en este blog la relación entre alcohol y modelos de masculinidad, tanto los alardes de hombría con sus excesos, como las “posteriores violaciones o abusos sexuales a mujeres en manada", de las fiestas `populares.

Tenemos una relación afectiva con la comida en sociedad. Alternamos los excesos de las grandes comilonas, o la cultura de la borrachera y lo aceptamos por convencionalismos sociales. Y por otra parte, también es  lamentable quienes interpretan estos días como únicos días de excesos permitidos en el año, en contraposición a las dietas salvajes y gimnasios  impuestos por los cánones de belleza de cuerpos ajenos, el resto del año.
  
Termino pensando en una familia amiga que tiene una hija con anorexia nerviosa y esta es la primera Navidad en la que la comida  toma una nueva interpretación, mucho más profunda.
O  esa otra, donde la abuela falleció hace seis meses y era la encargada de realizar las comidas para quince personas. Este año han hecho el duelo reorganizándose entre hermanas y hermanos para "suplirla".


Cocinar en grupo y comer en grupo sirve para pensar. Es el mejor escenario para la reflexión, la escucha activa y el diálogo sincero. Es el mejor caldo de cultivo para ciertas "confesiones", y para suavizar conflictos, para hacer política con mayúsculas, o para celebrar la Navidad como cada cual quiera (o no).