(Herramienta nº 4 El ballet de las bolas de alcanfor)
Andreu es un tipo normal. Consiguió separarse por las buenas
de su ex pareja María, la madre de su
hijo Lucas. Habían sido felices durante ocho años hasta que dejaron de serlo.
Eso es todo. Él quiso la custodia compartida de Lucas y a María le pareció bien.
Andreu lo celebró con sus compañeros del grupo de hombres.

-¿Quieres que hagamos el experimento de las bolas de
alcanfor?- le dijo a Lucas que ya era mayor puesto que tenía seis años.
El experimento requería reunir un vaso de cristal, unas
cuantas bolas de alcanfor, bicarbonato y un poco de vinagre.
-Si rellenas el vaso con agua- le dijo a su hijo- yo le echo
unas pocas cucharadas de vinagre y un par de cucharadas de bicarbonato, ¿vale?
- ¡Qué divertido papá, me pido revolver!- le respondió Lucas.
Cuando habían terminado, se repartieron las bolas de alcanfor
para ir soltándolas una a una por turnos. ¡Magia!

-
¿Por
qué pasa esto papá?- le empezó a preguntar- ¿a que es magia?
- "No
Lucas no es magia", es ciencia pero tienes razón en que la ciencia es de las
cosas más mágicas que hay- fue la manera que se le ocurrió para conectar con su
hijo en ese momento.
La razón por la que ocurría eso era
porque las bolas al hundirse se llenaban de burbujas de dióxido de carbono, que
eran unas burbujitas como las de los refrescos que tanto le gustaban a su hijo.
Las bolas de alcanfor con esas burbujas se comportaban como si se llenaran de
flotadores que las llevaran a la superficie y así salían a flote. En la
superficie se liberaban las burbujas al exterior, se les iba al aire. Entonces se volvían pesadas y
como no sabían nadar, de nuevo se volvían a hundir. Al llegar al fondo se les
pegaba nuevas burbujas que las elevaban otra vez y así sucesivamente.
-
Y
las burbujas, ¿de dónde salen?- le siguió preguntando Lucas fascinado.
-
Las
burbujas, cariño, no salen del alcanfor sino del bicarbonato, ¿se te había
olvidado que lo echamos?- le recordó su padre.
Las bolas podían seguir así su
movimiento durante horas. Estaba claro que la felicidad era eso. Es posible
parar el reloj cuando cuatro ojos observan unas bolas de alcanfor bailar en un
vaso de agua.
-¿Papá por qué lloras?- le dijo
Lucas.
- Por nada hijo mío- le respondió con
una mentirijilla- ¡es tan emocionante!
Durante un instante Andreu se había
acordado de María. Los sábados por la mañana solían ir de compras por el
centro. A Lucas y a Andreu les encantaba quedarse aparcados en el escaparate de
la tienda de los chinos contemplando durante minutos ese juguete de pingüinos que subían unas
escaleras haciendo cola sin parar.
También se paraba el tiempo con los cuatro ojos clavados en el juguete, y las
dos narices apoyadas en el cristal, hasta que oían la voz de María decir:
-
¡No
sé quién es más niño, venga que nos vamos!

Andreu echaba de menos a María en los
días de lluvia, cuando iba de compras o cuando se sentía hundido lleno de
burbujitas, pero había decidido salir a flote por sí mismo.
No culpabilizaría a nadie de su propio destino, no era justo que le echara la culpa a María, ni que se autocompadeciera. Por supuesto que eso no era todo, que había muchas más cosas en esos ocho años.
Andreu es un tipo normal, es un buen hombre, y sabe que a veces se para el tiempo con una fila de pingüinos. Sabe que la felicidad de la vida al menos de momento, hasta que se le ocurra algo puede consistir en el hermoso ballet de las bolas de alcanfor. Ese pequeño secreto que comparte con su hijo Lucas.
No culpabilizaría a nadie de su propio destino, no era justo que le echara la culpa a María, ni que se autocompadeciera. Por supuesto que eso no era todo, que había muchas más cosas en esos ocho años.
Andreu es un tipo normal, es un buen hombre, y sabe que a veces se para el tiempo con una fila de pingüinos. Sabe que la felicidad de la vida al menos de momento, hasta que se le ocurra algo puede consistir en el hermoso ballet de las bolas de alcanfor. Ese pequeño secreto que comparte con su hijo Lucas.
¡Uau!
ResponderEliminar¡Muchas gracias David, de todo corazón! Un abrazo
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