¿QUIÉN SOY?




Este es el blog de MANUEL BUENDÍA BERCEDO. Pretendo mostrar una propuesta profesional y particular acerca de la Igualdad de Género y las Masculinidades. Veremos algunas respuestas a la pregunta anterior pero sobre todo, haremos muchas más preguntas para invitar o implicar a otros hombres en la Igualdad.



sábado, 8 de febrero de 2014

Violencia sexual a las mujeres migrantes


Recibí el cuaderno de Cristianismo y Justicia escrito por mi amiga Sonia Herrera. cristianisme i justicia. Se llama “Atrapadas en el limbo, mujeres, migraciones, y violencia sexual” y trata de la violación de los derechos humanos de las mujeres migrantes. Me ha gustado mucho. Es un tema muy serio del que apenas se habla.

Me sirvió para inspirarme y escribir otro episodio de Adrián. Me puse en contacto con ella y me apeteció mucho enseñárselo antes de publicar.


Buenos días Sonia:

El tema de las mujeres migrantes y las violencias que tienen que soportar en los desplazamientos, y los pasos de las fronteras me ha resultado muy interesante. ¿Me dices por favor qué te parece lo que he escrito? Un día si tu quieres, te invito a la sección de “cenas virtuales del blog” y me cuentas más en detalle.

NUEVO CAPITULO DEL PLASMODIUM EMPATHEIA- mujeres migrantes

Se había desmayado. Un hombre de rasgos muy duros le echó un vaso de agua en la cara.
-          -¡Venga, hay que darse prisa – dijo el coyote – como cambien el turno de los Federales Aduanales  estamos perdidos!
Esta vez nuestro compañero Adrián tenía el aspecto de una chica muy asustada que obedecía las órdenes de un hombre. Para quién no lo conocéis, había sido colonizado por el parásito de la empatía (el plasmodium empátheia) en un viaje al Congo el año pasado.

Su historia explicada en (El parásito de la empatía le cambió la vida a Adrián). Y el otro brote en (te llenaría de regalos si me dieras tu semen).



Corrían en fila hacia un camión que se encontraba a cinco kilómetros. Eran unas treinta personas, tanto hombres como mujeres. Aprovechó ese momento para mirar en el interior de una faldiquera los papeles donde decía llamarse Lupita.

Los coyotes o polleros son los hombres contratados por las personas migrantes como guías clandestinos para ayudarles a cruzar la frontera entre México y los Estados Unidos. Les habían pagado una elevada suma para hacerles las gestiones de pasar al otro lado, y mientras tanto procurarles cierta protección. Son numerosos los riesgos para quienes no pagan. Cientos de prendas de ropa interior de mujer dibujan en el suelo y en los matorrales unas sendas de violencia simbólica que van marcando el camino. 

Necesitaban cruzar campo a través el equivalente a una zona vigilada. Subirían posteriormente a un camión y  allí tendrían que estar tumbados y tumbadas en un doble techo de 30 o 40 centímetros de alto durante toda la noche, más de doce horas. En ese tiempo se viaja, se hace una cola de vehículos, se representa un simulacro de una inspección federal, el pago a la policía corrupta y el viaje suficiente hasta alejarse del peligro. Una vez en los Estados Unidos Lupita y los demás tendrían que buscarse la vida. En los papeles que parecen un pasaporte pone Lupita, de 23 años, los cuales son suficientes para haber vivido momentos horribles.

Le tocó por la mitad del techo del camión en función del dinero que había pagado. Tardaron un buen rato en colocarse. Era claustrofóbico. Recordaba momentos terribles de los preparativos del viaje y las razones por las que decidió salir del país pero esa noche sería sin ninguna duda la peor de su vida. Se mezclaban pensamientos de (él) y pensamientos de una chica joven y asustada cuyo pasaporte ponía Lupita.
Tenía delante de la cara la espalda de un hombre. Al principio no quería echarle el aliento pero la posición incómoda y una chaqueta doblada que usó de almohada, después de dos horas ya no tuvo más remedio. Al otro lado estaba otro hombre que desde el primer momento no le gustó nada. Intentó hablarle pero ni el tono de su voz ni la mirada fija le transmitía confianza, al contrario le daba miedo. Adrián nunca había tenido miedo a los hombres, ¡vaya estupidez! Esta vez lo sintió.

Mientras le decía obscenidades, poco a poco notaba que se iba poniendo más tenso. Ella no se podía mover, los demás tampoco pero a pesar de estar varias personas con las mismas condiciones sociales y económicas en ese camión, parecía que solo ella tenía miedo, y solo por el mero hecho de ser mujer. No se atrevió a decirle nada pero lo miró. El miedo se tornó en pánico, y empezó a rezar. Tanto Lupita como Adrián comprendieron que había pagado el mínimo y eso suponía estar entre los hombres. Las mujeres que pagaron más estaban situadas encima de la cabina con más oxígeno cerca de un tubo de ventilación, todas juntas.
Pero Lupita no. Se dio la vuelta cerró los ojos y rezó. Otras veces la virgen de Guadalupe la había salvado de los peligros, y quizá también esta vez…
Al cabo de unos minutos la mano del hombre le cerró la boca y con la otra mano le pinchó con una navaja.
-          No te muevas preciosa o te rajo- le dijo de una manera firme y agresiva-.

Adrián no se lo podía creer. Estaba pasando, era real. Se encontraba en el techo de un camión cruzando hacia los Estados Unidos mientras un hombre tras quitarle la falda y arrancarle la ropa interior la estaba violando analmente. Lupita en sus pensamientos  le estaba explicando a Adrián que la culpa era de ella. Había pagado para estar ahí. Había pagado 1000 dólares antes de partir y aún le quedaba otros 600 dólares como resto del pago al llegar a su destino. En cualquier caso no contaba ya con el dinero, tarde o temprano le robarían.
Ella o él, dejó de rezar y comenzó a llorar sin hacer ruido, resignada. El hombre que hasta ese momento le había dado la espalda, y durante unas horas había sentido el aliento de Lupita, se dio la vuelta y reaccionó de la peor manera. Se dio cuenta de la situación en seguida y se unió a la fiesta.

Aquella noche Lupita vivió la peor noche de su vida. Fue violada por dos hombres a la vez, en el doble techo de un camión. En medio del desierto  de Tijuana rumbo a los Estados Unidos. 

Mientras tanto, el conductor estaba dándole al funcionario la correspondiente comisión.
Un tercer hombre había escuchado  todo a treinta centímetros de la escena, tenía el sueño flojo. Estuvo observando durante un par de minutos, tras lo cual miró para otro lado quedando enseguida profundamente dormido.

(Si estás leyendo estas líneas y eres hombre, por favor te invito a que hagas el siguiente ejercicio de visualización:  te sientas cómodo en la silla sin prisas. Vuelve a leer despacio durante cinco minutos la escena. Ponte en el lugar de Adrián, y desde el momento que subes al camión hasta el final ve sintiendo que eres Lupita. Sabrás que has realizado el ejercicio bien si te resulta incómodo, si te deja mal, si te produce dolor, si necesitas tiempo para reponerte. Consideralo como un regalo que podemos hacernos. Al final imagina que eres el hombre que mira para otro lado y te haces la siguiente pregunta: ¿voy a seguir dormido?

Adrián volvió en sí en medio de unos contenedores de basura. Estaba manchado de los vómitos que esta vez le había producido el episodio. Se le agolparon de repente todos los recuerdos. Seguramente le influyó el cuaderno  Cristianisme i Justícia que había leído recientemente,   donde explicaba crudamente la situación de las mujeres migrantes.
O quizá la discusión que tuvo con un voluntario de la ONG con la que colaboró tras la tragedia de Haití. El compañero llegó a decirle, con muy poca sensibilidad por cierto, que de todo lo que había ocurrido en la isla y las consecuencias económicas o sanitarias, los casos de violaciones a mujeres era lo de menos, algo secundario.
Se repuso, se aseó en un bar próximo que a veces frecuentaba y tomó el autobús.
-¡Señor!, ¿le ocurre algo- le preguntó el conductor del autobús.
- No, no es nada, lo siento- respondió él mintiéndole puesto que se había fijado en su cara. Aquel hombre que conducía el autobús municipal era el mismo tipo que en el tejado del camión, había mirado para otro lado. Quiso  preguntarle por qué no había intervenido en una violación, por qué no le había ayudado, pero seguramente pensaría que estaba loco.
Se sentó en una plaza que miraba a la ventana. Y la chica que estaba a su lado le dijo:
-          -¿Se encuentra bien Señor? tiene mala cara-
Se cruzaron la mirada y era Lupita.  Parece increíble pero es así. Se reconocieron. A ella se le enmudecieron los ojos como si hubiera revivido de nuevo aquel terrible viaje. Permanecieron en silencio el resto del tiempo. Ahora sí que no entendía nada.
Cuando la joven se levantó para bajarse, volvió a mirar a Adrián, le sonrió y le dio las gracias.

¿Qué nos pasa a los hombres?  Tenemos una socialización de género en relación a la sexualidad totalmente orientada a la urgencia depredadora. ¿Pero esta sexualidad  narcisista y falsa, basada en relaciones de poder a quién le beneficia? ¿Qué tipo de educación sexual recibimos los hombres?

A nivel mundial, el número de migrantes internacionales alcanzó los 191 millones de personas en el 2005. Aunque pensamos que son hombres quienes se trasladan, ya son mujeres casi la mitad de los que lo hacen. Y son más de la mitad en los países desarrollados.
Las desigualdades de género y la violencia de los lugares de origen se multiplican en el tránsito y por su puesto en el lugar de destino. Es la ley de la selva en su máxima expresión. Las vulnerabilidades y los riesgos son innumerables: vejaciones, asaltos, abusos verbales, amenazas, extorsión, campamentos deficientes, enfermedades, jornadas de trabajo interminables, precarización laboral por no tener papeles, abusos sexuales, violaciones, muchas veces colectivas, o directamente la muerte, todo el catálogo de la violación de los DDHH. Si me permitís el palabro aún olvidamos los casos de las humanas

A menudo quedan atrapadas en un limbo, sin poder regresar ni seguir el camino, por lo que tienen que prostituirse para supervivir.

Definimos violencia sexual que sufren las mujeres en tránsito como todo acto o agresión tanto físico como simbólica que va dirigido contra la sexualidad, la identidad o el cuerpo de la mujer migrante y que esta interpreta y se siente como tal. A las  situaciones de pobreza extrema, guerras, desastres naturales o la razón que sea que las obliga a salir de su casa, se les une todas las violencias por ser mujeres… Hay una cosificación y mercantilización del cuerpo de las mujeres, como estrategia de supervivencia, como moneda de cambio. Su cuerpo es el salvoconducto. Se resignan a negociar la protección o los permisos con hombres de la policía,  o funcionarios de las aduanas A menudo no pueden negociar  y son violadas.

Aproximadamente 6 de cada 10 mujeres migrantes sufren algún tipo de agresión. Muchas pasan tanto miedo que se niegan a hablar por lo cual es muy probable que sean muchas más. En algunos lugares la vida no vale nada como es en las fronteras o lugares de paso. Tienen muchas más enfermedades como el VIH, y acaban siendo estigmatizadas.
Son obligadas a mantener relaciones de riesgo y a menudo tienen asumido que serán violadas por el camino. Como pueden quedar embarazadas , cada vez más mujeres deciden antes de partir, inyectarse potentes anticonceptivos como el Depo-Provera  que son efectivos durante tres meses.

No denuncian debido a la extrema impunidad de los sistemas jurídicos. El sistema ni promueve la denuncia ni las detenciones o condenas de los agresores.

¿Por qué miramos para otro lado? ¿Por qué esta indolencia estructural? Hay una cultura de la violación que se asume como peaje en las mujeres migrantes que buscan una vida mejor.

Adrián había escarmentado en primera persona. Lo tenía muy claro. Hay que romper el silencio e implicar a todos los hombres. Hacen falta masculinidades positivas con una sexualidad libre  y en equidad, sana y nutritiva sin jerarquías de poder. Y sobre todo visibilizar y cuestionar al sistema, a las estructuras, para que no se perpetue el horror

Las víctimas no se resignarán , ni se culpabilizarán cuando desaparezcan los estigmas sociales, y cambien las reglas de este juego trágico.

(Adrián es el personaje nº 3 del grupo de hombres)


Hola Manuel:
¡Me encanta Manuel! El texto me parece maravilloso y la idea de narrar a través de la historia de Adrián me parece estupenda y original. Es importantísimo que los hombres conozcan esta realidad y se sensibilicen con ella porque la violencia sexual es una lacra global y la cultura de la violación está muy presente  en nuestra sociedad. En la educación para una sociedad más igualitaria y justa y en la construcción de nuevas masculinidades que no cosifiquen los cuerpos de las mujeres está la clave para luchar contra todo tipo de violencia machista, también contra las agresiones sexuales. Así que cuenta conmigo para lo que necesites y por supuesto que encantada de participar cuando gustes en una de tus cenas virtuales del blog para abordar el tema de la violencia contra las mujeres migrantes más detalladamente.

Un abrazo.


Sonia

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