PRIMERA PARTE
No quiero repetir lo mismo de siempre.
¿Se puede ser creativo hablando
del hecho Navideño? ¿Es posible decir algo nuevo o tener una perspectiva original sobre un fenómeno cultural
tan cíclico? Queramos o no el periodo navideño está incrustado en las rutinas, tradiciones y
costumbres, de nuestra sociedad occidental. Es paradójico el decir algo nuevo,
precisamente porque de eso se trata de reforzar, re-actualizar o criticar, según los
casos, la tradición. Pero, ¿por qué no intentamos aplicar perspectiva de
género a las “fiestas navideñas” o aprovechamos toda la movilización colectiva que
se forma para hacer una “antropología de la alimentación” en profundidad, o una
reflexión sobre las diversas relaciones personales en torno a una comida, o a un
regalo? Resulta más fácil verlo cuando la tradición es minoritaria, pero no es el caso. Pararse a
reflexionar ayuda al auto-conocimiento y al conocimiento de los y las demás.
La Navidad puede producir
diversas emociones. (De todo tipo). Aquellas personas que expresan que “les resulta indiferente”, muchas veces no es verdad, puesto que, tras
una breve conversación afloran fácilmente
resistencias culturales, políticas, anticlericales, anticapitalistas,
anticoloniales, anticonsumistas, etc,
que explican su “contrariedad”.
Soy partidario de tener
explícitamente una “opción política” (en sentido amplio) muy crítica contra la Navidad como producto de consumo. Esa visión
puede proporcionar un debate muy
interesante, y cada vez hay más personas que tienen esa visión.
Ya que la Navidad es una
celebración religiosa en su origen, me parece necesario también el que estas
fechas sirvan para hacer una reflexión sobre los patriarcados religiosos, la
condición femenina en la sociedad y en las Iglesias, las actitudes machistas y
patriarcales de los miembros de los grupos de creyentes, practicantes, “belenistas”,
etc Os aseguro que encontraríamos beneficios para todas las partes. La creatividad
por este camino podría ser abundante.
Es comprensible la resistencia de
muchas personas a la imposición hegemónica
de que la Navidad es un periodo de sentimientos positivos, donde es obligatorio
reír, cantar, y hacer buenas obras. Supongo que será para compensar el estrés o el mal humor del resto del año, o anestesiar la “mala conciencia”. Son cosas del “espíritu
navideño” y de cierto “buenismo”
bastante generalizado. Ese “buenrollismo
edulcorado” podría esconder “cortinas de humo de la superficialidad”.
Por eso, es comprensible y hasta saludable
que muchas personas se posicionen contra la Navidad (podemos decir), por coherencia de su matriz
de valores y creencias, bien sean medioambientales, marxistas, por afiliación al materialismo histórico o por
lo que sea, que dicho sea de paso pueden
concretarse en idealismos muy próximos algunas veces a sentimientos religiosos.
Hay encarnaciones ideológicas con más carga de espiritualidad, que numerosos
adeptos de determinadas religiones.
Hay otro grupo de situaciones
donde la Navidad se asocia a sentimientos negativos. La navidad hace de marca temporal para la nostalgia.
Nostalgia sobre la infancia o juventud propias, o la de hijos e hijas, nietos y
nietas, puesto que se evocan recuerdos de una época que nunca volverá de la
misma manera.
Nostalgia por el recuerdo
de los seres queridos que fallecieron. Ser conscientes de esto en estas fechas nos
conduciría hacia una reflexión sobre la salud y la enfermedad, y en concreto sobre
las enfermedades mentales como la depresión o la tristeza crónica con todo lo
que esta enfermedad contamina o condiciona todo lo demás.
La Navidad hace de espejo de La Soledad. Muchas personas viven la
Navidad con tristeza por la soledad que sienten al comprobar un año más, que se
encuentran solos o solas y no quisieran. Hay una obligación de cenar y comer
con la familia extensa como norma social. Si no disfrutamos de su compañía a la
fuerza, nos damos más cuenta de nuestra soledad. Y por el otro extremo, la Navidad nos recuerda las
enemistades, y las relaciones familiares deterioradas.
La Navidad ha perdido la exclusividad religiosa.
Pues bien, dicho todo esto, invito a valorar las tradiciones locales, con mayor consciencia valorando positivamente los elementos identitarios y de pertenencia hacia los grupos,
hacia las familias de todo tipo, también en Navidad. Hay que reflexionar sobre quién digo que es mi familia en estos
momentos, y no en otros. Poner el foco en la reflexión sobre si es una familia “que nos toca” o la “familia que elegimos”. Pedro había muerto
para sus padres por su condición homosexual. Sufría por ello pero en estos
momentos “su familia” eran su pareja Tomás, una niña que tenían adoptada, y una
perrita, junto a mucha gente que les quería.
Quienes pretenden apropiarse de la Navidad como elemento representativo de una supuesta
Sagrada familia hetero-nuclear
indisoluble, (y en cierta forma se comprende dicha inercia) creo que tienen la batalla perdida. ¿Se pueden poner puertas al campo? Depende. Sí. Con un poco de humor, creo que se hace
mucho. Una de las consecuencias de poner “puertas
al campo” es contribuir (inconscientemente) a la creatividad y favorecer la formación de un nuevo tipo de arte,
“las
puertas rurales”.
La Navidad es una fiesta
religiosa, pero es mucho más. Para quien la vive “religiosamente” de una manera encarnada, in-corporada a la vida
cotidiana, quien aspira a ser coherente de una manera integral, esa praxis
religiosa atravesará la totalidad. Para esas personas la parte se identifica
con el todo, por lo cual la fiesta religiosa lo es todo, y los demás aspectos
están subordinados. Esas personas no se
ven perjudicadas, ni deben sentirse amenazadas por quienes no lo viven así.
Hay muchas otras perspectivas, y todas conviven entre sí.
La Religión ha perdido la exclusividad de la
Navidad.
Nos cuenta el propio Inca Garcilaso de la Vega (s.XVI) sobre
la producción y consumo comunitario de
chicha de maíz, desde antes de la época de los Inca. Era una bebida ritual
cargada de expresiones ceremoniales simbólicas, y conductas mágico-sagradas,
que se celebraban el 24 de junio señalando el solsticio de invierno (época de
secas). Pues bien, posteriormente fue prohibido por la iglesia Católica a
mediados del siglo XVI. Tenían muy claro que la producción y consumo
comunitario de la chicha de maíz permitían a los integrantes del grupo social
reactualizar costumbres y tradiciones, valores y creencias andinas ancestrales. Una competencia imperdonable. Es evidente que la influencia de las instituciones religiosas, hoy por hoy ya no es posible, con políticas tan restrictivas de este tipo.
Reglas religiosas sobre la comida, o la
imposición de tabúes Navideños
(alimentos prohibidos) en sociedades cristianas como la nuestra, yo pienso que
ya no se dan en sociedades democráticas.
No me voy a entretener en el
aspecto principal de la Natividad. En sentido literal o histórico, en Navidad se
rememora el nacimiento de un hombre,
Jesús de Nazaret, hace más de 2000 años. Para simplificar mucho únicamente diré
que se puede re-actualizar y
re-vitalizar los valores del humanismo cristiano de una manera personalizada. Ese tal Jesús podría pasar hoy por un modelo de masculinidad igualitario.
Otra gran línea de reflexión "navideña", paradoja de la tradición y la alimentación va dirigida hacia una de las mayores tragedias globalizadas.
El hambre del mundo es un genocidio.
El tema de la inmigración global y sus "fronteras" va en aumento. Sin embargo, no nos ocupamos de estos dos asuntos. Los excesos de estas fiestas
son una apología de la opulencia. Sin contar que en dichas prácticas está comprometida la salud. Me resulta curioso el razonamiento “pedagógico” que se les sigue dando a niños y niñas que no se quieren terminar la
comida que hay en sus platos. Se les
recuerda que hay otros niños que no tienen para comer. Si lo pensamos bien, solo somos conscientes de la “frivolidad” (no le damos importancia a lo que
tenemos), pero adoptamos como solución la avaricia, no la solución del problema.
Es posible que “nuestra mala
conciencia social” (en el mejor de los casos, cuando la hay), se conforme con
“los comedores sociales” o “los telemaratones”, pero deberíamos ir más allá.
Además, hemos de observar otros aspectos (además de
la CLASE) como es el GÉNERO: la “feminización de la
pobreza en el mundo”, “la mayor
vulnerabilidad" de las mujeres por estar al cargo de hijos e hijas, o ser
las mayores víctimas de multitud de guerras que no producen, la violencia
sexual, o la trata de personas con fines de explotación sexual y prostitución ,
que son ni más ni menos diversas consecuencias del hambre y las desigualdades de
género. Y a su vez, todo cruzado con ETNIA, EDAD, ORIENTACIÓN SEXUAL, RELIGIÓN…
Fin de la primera parte
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