¿Te estás haciendo más igualitario o te gusta ser como los de antes?
A lo largo de la historia el
universal masculino fue la única medida de las cosas.
El androcentrismo histórico, (lo viril como único estilo de hacer las cosas colocado en el centro), explicó el mundo dejando a las mujeres en un segundo plano. En los años 70 del
pasado siglo unos pocos hombres comenzaron a reflexionar y hacerse preguntas
sobre la identidad masculina por primera vez en la historia.
Ello fue posible gracias a la
existencia del feminismo que previamente aportó o visibilizó la mirada de las mujeres y
cuestionó ese patrón patriarcal. A partir de entonces todo lo demás fue diferente. Hubo un antes y un después, lo que nos afectaba solo a nosotros hubo que replantearlo.
Los varones arrastramos desde entonces una
crisis de identidad, asunto antropológico por excelencia, ¿quién soy yo y cómo tengo que comportarme como hombre en los diferentes roles a partir de ahora? Los modelos tradicionales de masculinidad se van quedando
obsoletos, y aún no los hemos sustituidos por otros definitivos, o por unas “nuevas masculinidades”.
Estamos en ello. Ese viejo androcentrismo histórico tampoco nos sirvió nunca a
muchos hombres que no cumplíamos del todo, o ya defraudábamos desde el principio las
expectativas de lo que se esperaba de nosotros según ese modelo tradicional. Nacimos con defecto de fábrica. Estaba muy castigado ser sensible, tener pluma, o sufrir pánico ante las peleas.
Hay varones desempleados que se
deprimen especialmente (muy diferentemente a como lo hacen las mujeres de su entorno en el mismo caso), y no se dan cuenta de todo lo que había influido en ellos la presión de ser “padre proveedor” hasta ese momento que dejan de ingresar , es decir, ignoraban todo lo que habían aprendido desde niños acerca de lo que
se esperaba de ellos, de lo que significaba ser hombre. Cualquier hombre podía tener todos los
defectos del mundo mientras fuera “trabajador”.
Como ejemplo, también hay otros hombres
“pacifistas”, “pacíficos”, o “inofensivos”, según los casos, que no saben aún
cómo resolver algunos conflictos con asertividad y eficacia en el día a día, y
ven con "envidia" la eficacia de otros “machos” que lo resuelven con cuatro
gritos, o dando un puñetazo encima de la mesa.
O por otra parte, hay jóvenes heterosexuales bien
educados, inteligentes, con buenas notas que sufren a su modo cuando intentan
“seducir”, ya que resultan poco atractivos, según ellos, entre las compañeras de su clase.
Estos son tres ejemplos claros incontestablemente relacionados entre sí que ilustran los contenidos de
este post. Para debatir correctamente sobre estos temas, y muchos otros que han
aparecido en los siete años de este blog, es imprescindible aplicar perspectiva
de género y masculinidades como necesaria categoría de análisis, algo que hemos
repetido hasta la saciedad. Sin ello es imposible entender la relación de los tres. No se puede entender casi nada.
Una sociedad patriarcal,
machista, con una división sexual del trabajo intacta y unos roles definidos de
masculinidad y feminidad muy estereotipados, mantiene un equilibrio muy cómodo.
En ese contexto equilibrado, el parado es un “perdedor”, los flojos resuelven
sus cosas únicamente cuando consiguen "ponerse en su sitio", y esos jóvenes lo único que
tienen que hacer es esperar a que las chicas más guapas que aspiran a ser
modelos se den cuenta de que es un "buen partido". (Todo con muchas comillas).
Actualmente
ese equilibrio patriarcal se está alterando en la mayoría de países en diferente grado, aunque mucho más despacio de lo que a muchas nos gustaría.
Según Mabel Burin, en los años 90
del pasado siglo, la masculinidad o condición masculina pasó a ser un problema
, dicho de otro modo, fue por primera vez objeto de estudio o análisis. Hablamos de masculinidades.
Muchas
veces los telediarios se componen de dos partes. Por un lado hay una lista de
“hombres malos”: ladrones, acosadores, violadores, manadas, el último caso de
asesinato machista, es decir, aquellas que catalogamos actualmente como "Masculinidades tóxicas". Y por otro lado están los "hombres buenos”: futbolistas y
otros deportistas, o héroes del Olimpo. Puede ser una exageración simplificada pero pensadlo bien.
Estamos en plena crisis de la
subjetividad masculinidad, es decir, una crisis del varón proveedor, una crisis
de la seducción, una crisis del varón dentro de la pareja o la familia, una
crisis de las paternidades y los cuidados, una crisis del hombre trabajador en
su relación con multitud de compañeras de trabajo muy diversas, así como en
todos los aspectos de la conciliación de los diversos ámbitos. La homofobia es una pieza principal en la construcción de la masculinidad y es necesario librarnos de ella. Todos estos son algunos ejemplos concretos.
Cada hombre vivimos
diferentemente nuestra masculinidad de una manera subjetiva, individual y colectiva que la vamos
construyendo en cada “sentipensamiento” y conducta, cotidianamente. Quienes no se lo trabajan replican simplemente lo que ven o imitan pasivamente, a veces sin querer.
Las
relaciones de género son relaciones de poder. El equilibrio de la época
patriarcal pura es jerárquica, los hombres están en posición dominante y las
mujeres subordinadas. En caso de empate el “voto masculino” decide a su favor. En aquellas
sociedades en proceso que caminan hacia posiciones más igualitarias, que son casi todas actualmente
en mayor o menor grado, necesitan redefinir las relaciones de poder,
cualitativa y cuantitativamente.
En el caso del varón desempleado
puede experimentar una pérdida de autoestima subjetiva, como hemos dicho, pero a la vez existe una
pérdida objetiva de poder real. Las reglas del juego están mudando pero no del todo, ni en todos los sitios por lo cual los efectos negativos de estas "masculinidades recesivas" se aprecian aún en multitud de ocasiones, observándolo de forma pragmática y objetivable.
El joven que no
resulta atractivo a sus compañeras igualmente experimenta una sensación
provisional de crisis, y una pérdida de poder o influencia real. El hombre
inofensivo que no sabe o no puede “echarle huevos” también tiene un problema y
se tiene que jorobar con las reglas viejas hasta que se nutra de herramientas nuevas, y las pueda poner en práctica en contextos más favorables.
Actualmente la clase, la etnia, la
edad, la salud, el hecho religioso, la orientación sexual, el grupo comunitario
de referencia o el territorio, se cruzan con el género y dan factores muy ricos de
diferenciación masculina, por lo cual los actuales estudios de género hablan de
masculinidades en plural.
El hombre hegemónico (macho alfa) es blanco,
occidental, joven, hetero, de clase media-alta. Dejan por debajo otros muchos varones desclasados, como diría Celia Amorós:
discapacitados, pobres, negros, viejos, maricas… La matriz de las relaciones de
género, a su vez, con las plurales mujeres es infinita.
Por tanto, somos hombres en
construcción, como hemos repetido en este blog. Cada uno, consciente o
inconscientemente forjamos nuestro propio perfil. Unos somos compañeros de
viaje de las mujeres en su propio proceso, aliados del feminismo. Es una buena decisión. Se supone que
el objetivo utópico va a ser la destrucción definitiva del género cuando desaparezcan del todo
las desigualdades, que todas y todos nos comportáramos como personas, pero incluso en ese caso habrá que estar vigilantes para que
no se deteriore la situación o no se den pasos atrás.
Hay muchos hombres que se han
resistido, se resisten, y otros se resistirán con más fuerza contra "lo feminista", pero están haciendo lo mismo, es decir, están construyendo su propio estilo de masculinidad, más o menos machista, a contrapié, a la fuerza, a regañadientes y cabreados. Le tienen terror a lo que ellos mismos llaman "lo políticamente correcto" que no es otra cosa que reconocer que ya no se mueven cómodos en el androcentrismo. El feminismo, como movimiento social y cultural que trabaja por la igualdad,
que reivindica los derechos y libertades de las mujeres, e intenta corregir las
desigualdades, (como queramos decirlo), aporta paralelamente una historia del
antifeminismo, o historia de la resistencia (a la igualdad), que describe
múltiples masculinidades machistas resistentes. Pero hasta los más machistas,
antifeministas militantes, han “avanzado algo” en treinta años, aunque ellos no
lo sepan ni lo quieran reconocer. Todo está en cambio.
Para terminar, a todos los demás, a los hombres igualitarios o a los "indiferentes", nos queda mucho trabajo por hacer. Estamos en un proceso de deconstrucción
provisional de los machismos concretos. Estamos en crisis, intentando librarnos de ese machismo o masculinidad tóxica que es un lastre lleno de privilegios envenenados. Estamos aprendiendo a verbalizarlo, y al hacerlo tenemos en cuenta esa categoría de análisis de las masculinidades, o carpeta entre nuestros esquemas mentales, por lo cual ahora ya es más fácil ser conscientes de
nuestros progresos en las relaciones con las mujeres. Con esa carpeta podremos leer la vida más fácilmente.
De esta forma, estamos más
preparados para que se pueda “empoderar” ese varón desempleado, el joven tímido, o el hombre
sensible. Y podrán hacerse competentes en varias direcciones a la vez. En realidad ya están mejor posicionados de partida que los “machistas
resistentes”, llevan mucho adelantado porque el futuro será mixto y más igualitario. Pensadlo bien. A la larga vamos ganando, de manera lenta y sufriendo con las muestras reactivas (violencia, abuso...).
Las reglas del juego futuras que ejercerán mujeres y hombres que trabajan por la igualdad les serán más favorables a mis tres amigos, y podrán encontrar un contexto estructural donde se muevan más cómodos. A ellos y a todos los demás.
De la misma manera que los efectos positivos del feminismo abarca a todas las mujeres, las masculinidades igualitarias nos ayudan a todos. Será más lento de lo que quisiéramos pero será, o mejor dicho, irá siendo.
Las reglas del juego futuras que ejercerán mujeres y hombres que trabajan por la igualdad les serán más favorables a mis tres amigos, y podrán encontrar un contexto estructural donde se muevan más cómodos. A ellos y a todos los demás.
De la misma manera que los efectos positivos del feminismo abarca a todas las mujeres, las masculinidades igualitarias nos ayudan a todos. Será más lento de lo que quisiéramos pero será, o mejor dicho, irá siendo.
Para sustituir
unos modelos de masculinidad machistas, sexistas, violentos, por otros más
positivos, por otras paternidades más implicadas, amorosas y cuidadoras es
necesario que socialmente apoyemos, valoremos, legitimemos, esas nuevas
conductas.
Necesitamos ese refuerzo positivo por parte de las mujeres y de los hombres, de toda la sociedad. Necesitamos la aprobación y reconocimiento de
todas, de aquellas mujeres que se sienten feministas, y de las que no, también de las
que lo son y no lo saben. Necesitamos el acompañamiento de nuestro propio proceso. Esto a muchos varones les produce urticaria, es lógico, parecemos "perritos falderos de las feministas", como me han dicho a menudo.
El machismo lo sufren las mujeres pero es un problema
que tenemos nosotros. La mayoría de sentimientos, pensamientos y prácticas
sobre estos temas tiene que ver con la pedagogía que nos hacemos entre nosotros, desde que somos niños y jóvenes sobre qué tipo de hombre tenemos que ser, individualmente y en grupo. Es la socialización de género.
Por todo lo dicho es muy importante la
reflexión, y el apoyo mutuo de los grupos de hombres. Por eso están
justificadas asociaciones como AHIGE (Asociación de hombres por la Igualdad) , los círculos de
hombres, plataformas, foros, etc donde compartimos sentimientos, ideas, miedos,
vulnerabilidades, fortalezas, propuestas, sueños, proyectos igualitarios …