¿QUIÉN SOY?




Este es el blog de MANUEL BUENDÍA BERCEDO. Pretendo mostrar una propuesta profesional y particular acerca de la Igualdad de Género y las Masculinidades. Veremos algunas respuestas a la pregunta anterior pero sobre todo, haremos muchas más preguntas para invitar o implicar a otros hombres en la Igualdad.



sábado, 29 de junio de 2019

¡Urgente, urgente! Un aviso a los hombres: todas las personas nacemos y morimos dependientes

El feminismo ha acuñado y colocado en el centro del discurso, diversas categorías de análisis que estaban invisibilizadas y que actualmente son conceptos cotidianos ,como por ejemplo, "la división sexual del trabajo", "la violencia de género", "la corresponsabilidad", "la feminización de la pobreza", "la gestión social del cuidado", o "el varón proveedor". El objetivo de este blog es mostrar los estilos de masculinidad (igualitarios) y la implicación de los varones en la Igualdad y el feminismo.

Es muy interesante intentar  adelantarnos en los análisis a los conflictos nuevos a medida que avanzamos en mayores niveles de Igualdad. Cuando abrimos la lupa para conocer en detalle o profundidad los procesos, vemos que se ha avanzado mucho en términos generales, pero enseguida nos damos cuenta de que tal vez no es para tanto, según lo exigente que uno sea o las expectativas que se hayan puesto.

Hay dos procesos clave. Uno es la conquista de las mujeres al espacio público por medio del acceso al trabajo remunerado, en todas y cada una de las profesiones. Es considerada por muchas la mayor revolución del siglo XX.

El otro proceso es lo que numerosas autoras llaman la huelga de la natalidad que en cierta forma ha supuesto liberarse de la consigna identitaria patriarcal de la maternidad obligatoriacon toda la presión social que ello supone. No es el momento de analizarlo pero la corresponsabilidad integral de los hombres será un ingrediente necesario.  

En ambos casos, son las mujeres los sujetos-políticos de la acción y han supuesto un auténtico cambio en muchos aspectos. Los hombres hemos de estar atentos e interesados, acompañar sin torpezas, y adaptarnos a modelos no androcéntricos ni machistas, es decir, asumir escenarios justos e igualitarios. También nos va la vida en ello. Las feministas radicales nos enseñaron que lo personal es político.

De manera muy sencilla, la división sexual del trabajo (clásica y tradicional) consiste en separar a las personas según el sexo biológico y repartirles roles y tareas diferentes. A los hombres les adjudica la esfera pública y el poder, el empleo remunerado. De esta forma el dinero se convierte automáticamente en indicador de la masculinidad. Es la función productiva. Y según este esquema a las mujeres por su propia naturaleza les corresponde lo privado o doméstico, como es parir, cuidar a los hijos, dar de comer, es decir, la función reproductiva, y atender a las personas mayores o tener la casa limpia y ordenada. Esto era así.

Ana de Miguel nos advierte que no es un asunto baladí, puesto que está en juego tanto el modelo social como la sostenibilidad humana en nuestras sociedades.

Como nos dice Laura Nuño, a su vez, en su libro El mito del varón sustentador, todas y todos nacemos y morimos dependientes. Toda persona necesita de una atención especial al principio y final de su vida. Esta idea es fundamental, sabida por todo el mundo pero parece que se omite. Es mi trabajo específico el resaltarlo, y ayudar a que los hombres se enteren, lo asuman y actúen en consecuencia. 

Como hemos dicho a menudo en este blog la muerte es paritaria, puesto que tarde o temprano nos llega a todas las personas. La necesidad de cuidado también lo es, pero ¿qué sucede con la implicación de los varones (por igual) a la educación y cuidados de los menores, de una manera  integral y equitativa, o los cuidados a las personas mayores, dependientes por enfermedad o personas en situación de discapacidad (PeSD)? No vale ya con una simple ayuda, aspiramos a una corresponsabilidad total.

Antiguamente había una mano invisible en la economía que resolvía gratuitamente la gestión social del cuidado. Era una mano femenina de madres, mujeres solteras y abuelas o viudas.

Otro factor igualitario es el tiempo. Somos tiempo inestable que no lo podemos estirar. Pero en el ejercicio del poder, también en las relaciones de género, al apropiarnos del tiempo de los demás, podemos tener la sensación de que nuestro tiempo se estira, pero tenemos que saber que eso es hacer trampas y muy injusto.

La revolución de las mujeres antes nombrada ha sido incompleta. La división sexual del trabajo ha sido rota en lo público pero no en lo privado. Nos falta la conquista de los hombres en lo emocional, lo sexual, lo doméstico o lo privado.

Se establecieron las dobles jornadas únicamente para las mujeres. Para Carole Pateman, el contrato social del ciudadano ilustrado, liberal, androcéntrico, ocultó un contrato sexual implícito que dejó subordinadas a las mujeres, y poco valorado lo que ellas hacían. Los Estados modernos consagraron la separación de lo público y lo privado. Actualmente, estamos pretendiendo el conciliar ambos aspectos con diferente éxito . Ese contrato sexual permitió la  consolidación del Derecho Civil Patriarcal y la legitimación de las desigualdades entre hombres y mujeres. 

Quedó oculto un pactum subjectionis donde se estableció un intercambio (¿libre?) de obediencia por protección entre mujeres y hombres. Ese modelo de madre-esposa en el siglo XIX se convirtió en el ideal burgués de familia que duró muchas décadas con sus altibajos. Nuño nos advierte de un dato curioso: a mediados del siglo XIX (1877) la tasa de actividad femenina en talleres, fábricas, etc alcanzó en España el 17,2%. Posteriormente, hubo una retirada de las mujeres del ámbito público, gradual, hasta que en 1940 era menos de la mitad (8,3%). Los años 40-50 del pasado siglo en EEUU, o el nacional-catolicismo del régimen franquista en España dibujaron claramente el modelo de sociedad que se buscaba. A partir de ahí, han ido creciendo dichas tasas hasta la actualidad, pero, ¡atención! Parece mentira que al comienzo del siglo XXI, (solo hace un par de décadas), seguía la cifra cerca del 40%. Hoy es mucho mayor (54%), pero muy lejos de estar cerrada la brecha con los hombres.

Hoy todo está cambiando, los roles de género, los modelos familiares, etc pero estamos a mitad de camino. Algunos datos como la demanda voluntaria de jornadas a tiempo parcial, o sobre las personas que explicitan no buscar empleo, siguen estando muy feminizados. Los casos de violencia sexual y acosos, individual o en grupo, revelan que el espacio público sigue siendo inseguro para las mujeres. Los hombres tenemos que comprenderlo en estos términos y calibrarlo sin resistencias. Hemos de conocer los privilegios patriarcales que aún disfrutamos sin demostrar consciencia de ellos.

Hay otros dos procesos clave donde las mujeres son sujetos de acción: por un lado, el acceso a la educación, donde las mujeres han llenado la universidad con las mejores notas, hecho que tiene mucha relación con el empleo, y por otro lado, la irrupción en la política y el poder que comenzó con el sufragio femenino.

Emilia Pardo Bazán, en 1892 en su libro la cuestión femenina en España, hace una crítica acerca de las desigualdades, donde nos dice que no puede llamarse en rigor, a la educación de la mujer, como una auténtica educación sino dogma, ya que con ella se asegura una obediencia, pasividad y sumisión de las mujeres.

Los hombres también tenemos mucho que decir y acompañar en estos procesos aunque no seamos los protagonistas. Conocemos en nuestro entorno, por ejemplo,  a mujeres que aún se culpabilizan por dejar a sus hijos e hijas en manos de terceras personas, como si fueran unas malas madres. Con responsabilidad y eficacia de todas las partes desaparecerán las culpas y los temores. Tenemos aún, en general, los hombres que ponernos las pilas individualmente, pero cuando se instauren (políticamente) los permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles (la PPIINA), más pronto que tarde, demostraremos que también se puede aprender todo tipo de tareas y que somos capaces. Eso sí, no hay excusa, en los observatorios o estadísticas de los usos del tiempo tendremos que confirmar las cifras y cerrar las brechas de género.

Hace ya muchos años Mª Ángeles Durán, analizó las fronteras entre el trabajo y el empleo, y estudió el trabajo no remunerado en la economía global. Según ella la frontera entre el trabajo y el empleo no es una cuestión lingüística sino, sobre todo, una cuestión política. Nos explicó que el trabajo no remunerado también es trabajo.


Quedó lejos la división sexual del trabajo pura y rígida, pero quedan numerosas rémoras que dificultan los avances. Nuño nos expresa que "ya es un mito el hombre proveedor y la mujer mantenida". Pero hemos dicho que debemos adelantarnos a los nuevos conflictos, como por ejemplo,  todas las especificidades que acontecen cuando es el varón el que está desempleado, es decir, la crisis del hombre proveedor. Hay divorcios actuales donde aún entran en escena estigmas como el de hombre mantenido. Resulta muy difícil encontrar hombres que en su conversación cotidiana digan que "se apañan sin problemas con el sueldo de su mujer", algo que sí ocurre al revés. En conclusión, arrastramos estereotipos viejos y a la vez hemos creado otros nuevos sin desarrollar el debate.

Hemos sido socializados desde niños a ser burros de carga y responsables de traer el pan a casa, por lo que el sistema patriarcal castiga duramente a quién fracasa en este cometido. Hemos fundamentado los hombres la identidad en el homo laborens casi en exclusiva, por lo que resulta normal que para aquel que pierde su empleo le puede suponer una pérdida de la autoestima o una depresión difícil de superar (con aspectos o matices diferentes a los que les ocurre a ellas, por todo lo que venimos diciendo).

A muchas mujeres les sucede esa depresión o decepción cuando tienen la noticia de que no pueden ser madres, y dicen sentirse incompletas.

El lenguaje es perverso cuando tienen que someterse a una operación ginecológica y les dicen que les vacían, o hacen un vaciado como si no les quedara nada dentro del cuerpo después de la operación (son solo unos pocos gramos de peso), o como si su identidad principal fuera la de ser madre.


Por otra parte, aquellos hombres con otros ideales, artistas, poco pragmáticos,  aquellos que no tienen talento a la hora de “conseguir dinero”, trabajadores precarios, simplemente los que no tienen suerte en el mundo laboral, o cometieron un error, es decir, los perdedores o fracasados como hombres proveedores, a parte de "vagos" suponen una provocación al sistema, unos traidores, son "medio hombres" y se les castiga de muchas maneras, por eso deben tener su merecido.  Por el contrario, el hombre con estatus, que desempeña una profesión con prestigio, o el hombre rico, siguen resultando atractivos y seductores para el sistema. Cuando el desempleo o la pobreza le acontecen a una mujer, no es casualidad que la prostitución o el hecho de buscarse un marido con ingresos siga actuando como atractor patriarcal. Es lamentable, pero estamos lejos de nuestro objetivo de Igualdad. La sexualización de las niñas, o la objetualización de las mujeres continúa siendo algo frecuente en la sociedad, son otras resistencias machistas, como todo lo anterior, que nos hacen ver (con la lupa grande) que la división sexual del trabajo se resiste a desaparecer.

¿Qué sucederá en un futuro? ¿Cómo se comportarán en la práctica las parejas donde son ellas quienes ganan más? Estamos muy cerca de que crezcan exponencialmente ¿Qué novedades habrá en el comportamiento de las millones de mujeres empoderadas que ya existen, con independencia económica, a la hora de buscar pareja? ¿La encontrarán fácilmente?

El dato de “activos desanimados” en la búsqueda de empleo en función de la edad es paritario entre los 16 y los 21 años. Lo intuimos u observamos. La brecha de los activos desanimados en los menores de 30 años, es 44 hombres/56 mujeres ¡Caramba, ya se separa algo! Y en las personas mayores de 55 años es de 20 hombres/80 mujeres, muy cercano a la división sexual del trabajo tradicional ¡Curioso y lógico!

¿Se mantendrán igualitarias las cifras de los jóvenes a medida que crezcan, o los sesgos sobre la maternidad, la brecha salarial, las resistencias antes señaladas lo torcerán hacia las andadas? ¿Los cambios en la gente joven están para quedarse?

Y lo que es más curioso, Nuño nos adelanta algo que ya intuimos también, cuando se analiza a las personas trabajadoras en función de los estudios y la edad. La actualidad ya refleja que en los más jóvenes con estudios universitarios ya se ha dado la vuelta, son 44 hombres/ 56 mujeres ¿Somos conscientes de las repercusiones que va a tener todo esto? A mi el dato personalmente me gusta pero me refuerza en la idea de que no tenemos lo hombres más tiempo que perder para ponernos las pilas.

¿Eres hombre y sientes una especial vergüenza por no ingresar "suficiente"? ¿Te sientes amenazado por el éxito o triunfo de tu pareja, te sientes inferior o no valorado? ¡Piénsalo! ¿Te avergüenza o deprime tenerte que hacer cargo de las tareas domésticas o de cuidados cuando pierdes el empleo? ¿Piensas en esas tareas cuando sí lo tienes?

¿Crees que el dinero que ganas, o el que no ganas, es lo que te da el respeto, el poder, la influencia, el control, o es no tenerlo quien te lo quita? ¿Temes el qué dirán? ¿Piensas que defraudas por no cumplir con las expectativas o lo que se espera de ti? ¿Todo esto te saca de quicio, saca tu rabia o agresividad? ¿Haces gastos superfluos precisamente cuando menos oportuno es?

Las mujeres muchas veces también han sido socializadas en el machismo y la división sexual del trabajo, por lo que si eres mujer, ¿te has avergonzado, o has sentido vergüenza porque tu pareja-hombre no sea "el hombre proveedor" que esperabas? ¿Piensas que tu pareja no "le echa huevos" para enfrentarse con su jefe, o no es suficientemente proactivo?

¿Crees o piensas que tu pareja, cuando te cede parte de la responsabilidad laboral o financiera, lo interpretas negativamente (por flojo o vago), porque él es el que debe trabajar y ganar más, o debe pagar en los restaurantes "como todo un caballero"?



 Cuando ganas más que tu pareja hombre, ¿te avergüenzas de ello y disimulas para que él no se sienta mal? Yo todavía no conozco ningún caso, pero ¿cambias tu conducta y te sientes superior a él? Las relaciones de género también son relaciones de poder, las relaciones afectivas y amorosas son muy complejas. Pensemos en numerosas situaciones nuevas que hemos de aprender a gestionar en un clima de Igualdad efectiva y real.

El enfoque de la Igualdad de género sigue priorizando la igualación de las mujeres en el ámbito público, pero el éxito real solo vendrá si igualamos a los hombres en el invisible trabajo doméstico. Hemos de revisarlo todo.

Los pocos hombres que eligen trabajos a tiempo parcial para dedicarlo a los cuidados, o aquellos pocos que piden excedencias, o se dedican al cuidado de mayores o dependientes, esos muy pocos hombres que hoy existen, son castigados como lo fueron siempre las mujeres.


No es algo atractivo para ellos. Mientras no se abran de verdad los debates, los hombres ni siquiera se van a interesar en leer este blog. Y llegamos muy tarde. Tal vez hagan falta medidas de acción positiva que fomenten la incorporación de los hombres a la gestión del cuidado.

Mientras se siga pensando que la conciliación es un asunto de las mujeres, lo seguirá siendo. Sigue existiendo la rémora de que todos estos problemas u obstáculos es el resultado del "capricho" de haber querido las mujeres tener empleo (todo entre comillas).

Cuando los cuidados se externalizan, recae en manos de otras mujeres (a menudo migrantes). Otro gran futuro problema ocurrirá cuando las siguientes generaciones de mujeres trabajadoras se vayan jubilando, porque muy seguramente no estarán dispuestas, ¡con razón!, a ejercer a tiempo completo de abuelas cuidadoras, sobre todo porque gozarán de una movilidad y una actitud vital máxima, mucha salud y ganas de vivir. No podremos pedirles sacrificios como a las generaciones anteriores. Los hombres tenemos que espabilar. 

La sociedad se está envejeciendo, y en unos pocos años las demandas de cuidados van a multiplicarse exponencialmente. La huelga de cuidados del 8 de marzo de los últimos dos años nos anuncia que es un asunto clave. Está en juego "lo que queda" del Estado del Bienestar. Ante la demanda que viene, si queremos mantener la cohesión social hemos de implicarnos los hombres completamente ¿Ha quedado suficientemente claro?

Cuando las parejas tienen hijos o hijas con discapacidad o enfermedades crónicas todo se complica y las desigualdades de género aparecen o se remarcan.

La flexibilidad de horarios, la regulación del teletrabajo, la no transferibilidad de los permisos, las redes familiares informales (que no sean solo de mujeres), los sistemas de pensiones, los planes de Igualdad, los convenios colectivos, o la acción sindical, todos, han de implementar una aunténtica perspectiva de género y masculinidades. 



lunes, 29 de abril de 2019

El instinto sexual se vuelve una idea basura de la cabeza

Hemos dicho a menudo, y de muchas formas que el género es una construcción cultural (política, económica,  simbólica, social…) apoyada en la diferencia sexual. El género justifica relaciones de subordinación o discriminación  hacia las mujeres por la excusa de tener un sexo u otro, por el mero hecho de ser hombres o mujeres.


El sistema patriarcal nos dice a los hombres que “siempre tendremos la fuerza física como último recurso, para mantener o re-establecer el orden social”. Según esto, las mujeres son entendidas como seres imprevisibles gobernadas por los sentimientos y la afectividad. Le son más propios la crianza y los cuidados en la esfera privada. Este es el punto de partida tradicional extremo pero ya no estamos en esa situación pura,  tenemos un recorrido hecho según los casos que enriquece y también "dificulta" el análisis.

Rawelyn Connell desarrolló el término de masculinidades hegemónicas para explicar la vida cotidiana de muchos hombres y las relaciones de estos con las mujeres. Los hombres con un modelo de masculinidad hegemónico ejercen la autoridad sobre mujeres y niños/as, y sobre otras masculinidades más recesivas (hombres “flojos o maricas”). Reprimen los sentimientos, tienen que ser tipos duros  y se centran en los trabajos remunerados. Saben que se les van a evaluar como hombres en función de su trabajo (como proveedores). Una expresión abierta de los sentimientos es un claro signo de debilidad, lo opuesto a la racionalidad. Han de huir de todo aquello que se identifique como femenino u homosexual. 

Según Rodríguez, Ávila y Marín las calificaciones más altas aplicadas por hombres y mujeres en relación a lo que se entiende como "masculino" son: Fuerza, Brusquedad, Inexpresividad, e Instintividad. Parece que seguimos creyendo que los hombres son así, cuando se nos pregunta a  mujeres y hombres.

Pues bien, todo lo dicho afecta también a la sexualidad masculina, que se centra en la satisfacción del deseo sexual, y en la búsqueda del mayor número de relaciones coitales posible. Si analizamos hoy en día las conversaciones de muchos hombres seguimos detectando esto con sus sutiles modificaciones.

Se instala (cognitivamente) la creencia en muchos hombres de que poseen una promiscuidad sexual desmedida, y un deseo irrefrenable de obtener placer sexual. Resulta que esto se valora como positivo cuando a nada que profundicemos huele a "frustración". Hay numerosos chistes que hablan de eso.

Esa necesidad de contactos decimos creer que actúa de manera  instintiva.

Lo instintivo tiene prestigio social. Esto es clave.  Es la creencia de que el instinto sexual es muy poderoso. Sirve de "coartada". Insisto que esa misma idea es fuente de frustración si no se logra, como ocurre en la mayoría de las ocasiones.

Ese modelo de hombre prioriza el acto y el goce sexual propio por encima de otras experiencias. Es egoísta. En una relación heterosexual, el hecho de complacer a las mujeres, el conocimiento mutuo o el cuidado,  quedan muy relegados a cómo queda expuesta su virilidad ante otros hombres, como si fuera un examen, es decir, lo importante es quedar bien ante los demás o ante la idea de sí mismo. El mito del don Juan sigue vivo en tanto que el intercambio coital se sigue viviendo, experimentando, como un reto o una meta.

Por eso, estos hombres consideran a las mujeres un objeto parcializado de deseo. Un simple objeto bello. "Objetualizar" en una única dirección es machista y misógino. Una relación igualitaria hace bailar constantemente relaciones sujeto/objeto en todas las direcciones. Quienes "objetualizan" de manera machista, cuando reciben una negativa la interpretan como una humillación, o una pérdida de su reputación masculina.

Muchos hombres aún opinan que las mujeres, en general, siguen estando menos interesadas que ellos por el sexo. No les ha interesado pararse a saber si es verdad. No las conciben como sujetos de acción ¿No ocurre esto cada vez que se consume pornografía o se es un prostituidor?

Victor Seidler estudió que muchos hombres elaboran discursos, cuando están con otros hombres, que suprimen los sentimientos y deseos construidos en sus relaciones amorosas con las mujeres. Presentan una imagen pública de su relación muy reducida. Se potencian las imágenes que les dejan como predadores sexuales.

Todas estas ideas explican la sexualidad como si fuera un asunto de mera biología humana. Estas  ideas que remiten a la biología, reducen la sexualidad a la fisiología de los individuos. Insistir en el instinto es un reduccionismo biológico  muy destructivo. No tiene validez científica. Es pura ideología machista con aspecto de "ciencias animales" que contribuye a  “mantener cierto orden social”. Hacemos trampas.

Sin embargo, la descripción de la sexualidad es un producto social y cultural, y no una consecuencia inevitable de la biología.

Repito, la sexualidad y su práctica deben enmarcarse principalmente en el campo de lo social y cultural y no de la biología. Lo biológico es un soporte que se encarna o concreta en una práctica social, en muchas diversas en realidad. La identidad masculina es un producto de múltiples y diversas prácticas sociales, incluidas las conductas sexuales, muchas veces contradictorias. No pretendo "ser culturalista", es una visión integral "bio-sico-sociocultural". Aquí insisto en advertir del extremo biologicista con intenciones machistas.

Utilizo el término cultura desde un punto de vista antropológico. Estoy hablando por tanto de un enfoque cultural de la sexualidad masculina, con perspectiva de género. 

La "cultura de la violación", por ejemplo,  es una concreción extrema de una cultura machista. No son enfermos como los diabéticos que necesiten un tratamiento. Lo que hace falta es educar en Igualdad y una cultura igualitaria para prevenirlas. Cuando hay un delito y cárcel ya es muy tarde.


Wendy Hollway ha llamado “discurso del instinto sexual” a esa fuerza interna, necesidad o impulso de apariencia biológica, que va más allá del control voluntario. Esta autora nos recuerda que esta creencia, totalmente artificial es como una esclavitud. Es algo así como una creencia cultural o idea política que nos “manipula”, y no nos deja “ser libres” pudiendo serlo ¿Tú puedes desprenderte de esta idea? ¿Has reflexionado por qué?

Describir la sexualidad masculina construida en un discurso del instinto sexual remarca un tipo de relaciones entre mujeres y hombres basado en la dominación y la violencia. Esta creencia lo justifica todo. Con la excusa consciente o inconsciente del instinto, o la "esencia masculina", muchos hombres organizan su experiencia sexual instrumentalizando a las mujeres como un mero objeto y pretenden así dominar en la relación. Espero que haya quedado claro.

Pues bien,  hemos de entender que no siempre es así. Hemos de trabajarnos la creencia de que podemos experimentar relaciones igualitarias, cuidadoras, amorosas, afectivas, recíprocas. Tan sólo hay que ser conscientes de que está en nuestra mano, mucho más de lo que parece que se piensa. 

Hay que desprenderse de la otra basura con la que nos socializan desde pequeños. Y tampoco podemos conformarnos con niveles asumibles de esa idea, de baja intensidad, que simplemente "no ha llegado todavía a ser adictivas o delictivas" y que por eso se dan por buenas, o como mal menor.

Todo lo cultural es modificable, se puede cambiar. Esa es la buena noticia. Los determinismos biológicos son herramientas políticas para desanimarnos, y hacernos pensar que no es posible aprender o cambiar. Es mucho más fácil de moldear el estilo de sexualidad cuando se cae en la cuenta de las ideas que nos oprimen. Ser hombre o ser mujer son formas de hablar, de pensar, de actuar que se construyen social y culturalmente ¿Quedó claro?

En este blog intentamos responder qué significa ser hombre hoy después del feminismo. Hemos de reflexionar qué tipo de sexualidad queremos construir y sus significados. Hemos de elegir entre creernos esas ideas que nos han inoculado, o buscar otro camino más equitativo y positivo. Repito: nos inculcan la idea de que los hombres actuamos por instinto, somos bruscos por naturaleza y que "ser un poco animales es guay". La ternura y la habilidad en los cuidados son cualidades masculinas aprendibles y tan culturales como las otras.

Numerosos investigadores e investigadoras siguen demostrándonos por otra parte, que el atributo fuerza sigue asociándose a lo masculino, visto tanto por hombres como por mujeres. Parece algo natural. A mí no me interesa ahora  analizar las razones por las que mujeres digan buscar  hombres varoniles y fuertes para que las protejan. También se lo inculcan. El término “fuerza” es muy  polisémico además.

Rodríguez, Ávila y Marín, piensan que deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿ser representados con el atributo fuerza nos convierte al género masculino en detentadores de poder?, ¿es algo automático?

Queremos creer que no porque si así fuera, nunca abandonaríamos del todo “la fuerza física” (en bruto), como variable principal para la concepción del mundo. 

Hoy por hoy el talento, la capacitación, la inteligencia, o el dinero (la herencia en la mayoría de países se distribuye por igual tanto a mujeres como hombres) son otras variables que van cobrando más peso. El poder se obtiene de muchas maneras, y la fuerza puede ser sicológica o de otro tipo. Va habiendo cambios que hay que analizar respecto a la fuerza.

Lo masculino no tiene un contenido en sí mismo sino que es relacional, en relación con lo otro o “la otra”.

La idea  machista de hombre fuerte y dominante se retroalimenta con la figura de “una mujer dócil”. El concepto de “sexo débil” aplicable a lo femenino parece que va cediendo poco a poco, sobre todo en Occidente. Ya no cuela. Es todo más sutil.  La resistencia, la resiliencia, etc son sinónimos de fuerza más sicológicos que se van instalando cognitivamente en "lo femenino", tanto en ellos como en ellas. Cada vez hay más trabajos donde la fuerza física no es necesaria, máquinas fáciles de usar, direcciones asistidas de camiones, etc Muchos hombres por su parte van abandonando estilos de identidad que necesita mucha intensidad en el desgaste físico.

Muchos hombres expresan y reconocen que lo femenino lo asocian ya a “inteligencia”, “educación”, “responsabilidad” (puede ser esta otra forma de fuerza moral). Pero a continuación añaden en privado que ya no hace falta que las mujeres sean débiles o sumisas sino que lo parezcan, que “se lo hagan”, o que se lo hagan creer a ellos. Es un espejismo de control. Pensad en las personas  que conocemos  que juegan a esto. La famosa crisis de la masculinidad tradicional actualmente está dibujando situaciones donde el caduco ego masculino pide comida estupidamente. Es muy bobo, pero es como si en vez de ponernos las pilas los hombres, y “empoderarnos” desprendiéndonos del machismo viejo e inútil de verdad, pretendiéramos buscarnos los últimos  oasis de nostalgia patriarcal. El mundo de la pornografía y prostitución es un "gran oasis patriarcal". A veces, hablando también con algunas mujeres dicen jugar a eso, negocian así para no discutir.

Y por otra parte, ¿qué hacemos con la fuerza bruta? ¿Qué hacemos ahora con esos hombres en el siglo XXI que se van dando cuenta de que únicamente consiguen lo que quieren a lo bruto o por la fuerza? ¿Acaso no es una inconsciencia dejarlos desatendidos o sin explicitar el debate?

Las mujeres, a su vez, también están socializadas en sociedades machistas en todo el mundo. El patriarcado les dice a las niñas que tienen que ser princesas, guapas, bellas y delgadas, "preparadas para la mirada del hombre". La famosa talla 38, que actúa como un "burka de occidente" según Fátima Mernissi.


El equipo arriba citado nos advierte igualmente por ejemplo del tránsito de “belleza” a “coquetería” estudiado en un grupo mayoritario de jóvenes mexicanos de ambos sexos.  Hace tiempo se atribuía simplemente como cualidad de “lo femenino” la belleza (“las mujeres son bellas”), y últimamente aparece mucho más ponderada  la coquetería (“las mujeres son coquetas”). Si nos fijamos supone admitir algo más de capacidad de agencia que el mero hecho de ser objetos. Una mujer coqueta que utiliza sus “armas de mujer”, como diría la película, (¡las armas de los hombres son las otras!), "aparentemente" se va empoderando por un camino que no cuestiona nada, acepta las reglas del juego del sistema, aprenden a nadar en un mar machista.

Al estilo de Bourdieu, aparte del capital económico monetario, también está el capital social o el capital  cultural, donde está incluido el conocimiento. Y de la misma manera, la socióloga Catherine Hakim, habla de capital erótico para referirse a una combinación del  atractivo estético, social y sexual, especialmente hacia el sexo contrario, para obtener beneficios. La autora lo explica como una inversión inteligente en la propia imagen. Entiendo, pero me tiene muy preocupado esa deriva. Ese no puede ser el camino, aparte del sesgo machista que tiene al aplicarlo sobre todo a las mujeres puesto que el terreno está muy abonado. Indirectamente deja intactas las reglas del juego machista.

En este blog hemos dicho muchas veces que los avances feministas también nos benefician a los hombres igualitarios (por definición). Tenemos que prepararnos para vivir en Igualdad con mujeres empoderadas, autónomas y poderosas. Pienso sinceramente que es preferible empoderarse por las capacidades y no por el aspecto, tanto unos como otras.

Termino con una anécdota personal que me dejó preocupado. Funciona como indicador de cómo se avanza. Conocí en una ocasión a una mujer muy inteligente, con habilidades sociales, podemos decir ahora con altísimo capital erótico. Teníamos que tratar un asunto que no viene ahora al caso. Intentó jugar conmigo y manipularme, al menos así me sentí. Confieso mi vulnerabilidad en otros aspectos, "pero no en ese". Soy un hombre que aspiro a ser pacífico, incluso pacifista, y muchas veces lo que me siento es "inofensivo", sin poder ni fuerza física pero confiado en mis posibilidades.

Está bien, ellas tienen su derecho de intentarlo como quieran. Pero en este caso reconozco que llegó a ponerme nervioso. Fue una situación a la que no estoy acostumbrado.  Lo cuento porque tengo la sensación de que le enfadó que yo no respondiera  como se esperaba, (como responden los hombres), o como parece que estaba ella acostumbrada. No afirmo que  esté equivocada, simplemente no hablamos el mismo idioma, y conmigo esa vez no funcionó.



Creo sinceramente que tengo la suerte de estar en el proceso de intentar liberarme de la basura del instinto sexual y la fuerza bruta de la que hablaba al principio. Así de simple.

Llamo la atención sobre la evolución perniciosa de otra creencia. Decíamos al principio que las mujeres son seres afectivos imprevisibles en un modelo patriarcal arcaico. Cuando se tiene el poder patriarcal, esa imprevisibilidad hace descansar el problema en las mujeres. Estaban a salvo.  Pero en realidad hoy el problema de "déficit de comprensión" hacia mujeres empoderadas se vuelve en contra y hace más evidente que el problema lo tenemos nosotros (cuando ocurre) ¿Me expliqué? Esto es novedoso. 

Escuchamos que las mujeres son incognoscibles para ellos debido a que los hombres somos más simples, más básicos. ¿Os suena? Es otra creencia biologicista, falsa e intencionada. Aquellos hombres que se están quedando retrasados en temas de igualdad les va a costar mucho comprender si no espabilan y si no se trabajan emocionalmente con carácter urgente. Yo simpemente aviso.


Con toda la intención coloco esta imagen
sobre prostitución y trata al lado de un
comentario sobre pornografía. Este
último es el marketing previo de aquel.
Para terminar y relacionarlo todo,  por si no fuera suficiente, numerosas autoras nos están advirtiendo y alarmando del exponencial consumo de la pornografía,  (la cultura del porno) en todo el mundo, que se inicia precozmente a partir de los once años. En ella se aprende la normalización de la violencia en el sexo, y la misoginia. La educación sexual que reciben los hombres a todas las edades es eso, y tiene consecuencias. Es el producto que más fomenta la creencia del discurso del instinto sexual. Me parece que es una bomba de relojería, después de todo lo dicho. Con el caso de la manada tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre estos temas.

El mundo está cambiando. Es posible el cambio en los hombres. La mayoría lo estamos haciendo a distinta velocidad. Estamos avanzando en aspectos favorables a la Igualdad aunque quizá lo hacemos a trompicones. Queda todavía mucho, pero junto a la nueva situación estamos alimentando también futuros cánceres que brotarán si no los atendemos debidamente: el "instinto", "la fuerza bruta", la pornografía-prostitución... La prostitución está relacionada con la exclusión social y la feminización de la pobreza. Llevar el debate hacia las escort, "mujeres de compañía de lujo" (mujeres con alto capital erótico, que manejan mucho dinero y escogen a sus clientes), es otra creencia machista muy intencionada. Inocula en los varones la idea de estar entre la espada y la pared, entre el instinto, y la fuerza bruta, según el dinero que tengan. Me niego a todo esto.

Una educación afectiva sexual sana e igualitaria debe formar a las chicas a no objetualizarse, entrenar a los varones para que aprendan a no ver a sus compañeras como objetos, a desprenderse del instinto, de la brusquedad, a gestionar modalidades positivas (metafóricas) de la fuerza, y a expresar todo tipo de emociones, antes de convertirlas en ira. Como hombre en construcción, libre de esa basura, quiero para mí relaciones sexuales libres y felices, con mujeres empoderadas, libres y felices.


viernes, 29 de marzo de 2019

¿La Masculinidad tradicional es perjudicial para la salud de los hombres?



El modelo tradicional de masculinidad nos hace creer  que el ideal de hombre, el "hombre de verdad" es joven, sano y fuerte. Ese es el envidiable y auténtico macho alfa, al que aspiran la mayoría y consigue sólo el que puede ¿Tú también lo crees?

Muchas veces, conversando con chavales jóvenes, de la ESO, tirándoles de la lengua he escuchado decir:

¡No te engañes Manuel, son los que se llevan todas las tías (en plural) y la envidia de los colegas!

El género (las relaciones de desigualdad entre los sexos, o las actitudes machistas) está presente en todos los campos o problemáticas de la salud, ya sea en la generación de la enfermedad, el desarrollo de la misma o la necesidad de cuidados. Estamos hablando de una antropología del cuerpo con perspectiva de género donde ponemos el foco en la construcción de la identidad masculina. El género tiene efectos en el cuerpo y en la salud de los hombres.

La perspectiva de género como categoría de análisis, nos regala las diferencias en los procesos de salud-enfermedad de mujeres y hombres.  Por eso los programas educativos y de promoción de la salud  que queramos poner en marcha deben tenerlo en cuenta necesariamente para hacer una prevención específica en chicos y en chicas, para que sirvan (¡No barramos debajo de la alfombra!)

Un niño todavía no es un hombre. Tiene que “hacerse hombre” y superar las pruebas que el sistema le pone. Tiene que transitar por un rito de iniciación  hacia la masculinidad. Los chicos no lloran, tienen que ser fuertes, "no afeminados ni maricas", han de disimular y hacer como que el dolor no existe. Tienen que hacerse “ hombres duros”. Todo esto es la pedagogía patriarcal clásica.

Los hombres sensibles, que demuestran altas competencias hacia la ternura, políticamente realizan un acto de insurrección, y automáticamente quedan relegados a una masculinidad subordinada.

Todo esto está muy influido por el grupo de iguales. Ellos se van guiando o enseñando unos a otros. En las pandillas aprenden a ser hooligans o a actuar como una manada.

Si nos detuviéramos a pensar en todos y cada uno de los elementos en los que nos fijamos cuando vemos o tememos que nuestros hijos “se juntan con malas compañías”, nos daríamos cuenta de que todos esos  elementos están relacionados con los costes de la masculinidad tradicional, es decir, con una dieta menos sana, un consumo de alcohol o drogas, la exposición al riesgo, o en el caso de las chicas "engancharse emocionalmente al más macarra de la clase"( esto último entre muchas comillas).

El hombre enfermo tampoco es un hombre de verdad porque es débil y necesita ayuda y cuidados. Los cuidados del "hombre de verdad" tiene que quedar claro que son privilegios. El término “Hombre enfermo” (para ese macho alfa) se vuelve un oxímoron porque hay una parte que se contrapone con la otra. Una vez que enferma se devalúa como hombre. Cuando enferma queda atrás la época en la que se sentía quizás autosuficiente, invencible, podía con todo como pasarse las noches en blanco, beber cerveza sin emborracharse, o poner el cuerpo a tope. Todos son elementos socioculturales que afectan directamente a la salud. Lo específico de este blog es hablar de esto.

Está demostrado que los hombres por lo general retrasan las señales de alarma corporales y posponen la visita al médico o médica. Muchos aún se hacen los remolones para que sea la mujer, en sus roles tradicionales femeninos de cuidadora de toda  la familia, quienes pidan citas para él, compren las medicinas y se responsabilicen de que las toman. Dicho sea de paso, dados los porcentajes de acceso de mujeres a la medicina, pronto será muy raro encontrar un hombre "dentro de la bata o detrás del fonendo".


¿Un hombre con una discapacidad o una  lesión crónica  es medio hombre? Así lo ve el modelo tradicional. Normalmente no reflexionamos sobre los rasgos de género y masculinidades que hay detrás de cada “pérdida corporal”. El autoconcepto es un constructo que se elabora según la experiencia personal, las conclusiones que cada cual se hace de sí mismo, y el espejo de lo que nos devuelven los/las demás. Los hombres se han socializado desde niños haciendo pulsos, y conociendo sus competencias deportivas o el atractivo corporal. Las chicas por su parte, saben si son “atractivas para los hombres”, o “tienen sobrepeso”, rasgos muy condicionados por los estereotipos de género. Esa identidad corporal  elaborada,  refleja la relación que cada persona tiene con su propio cuerpo, con las desigualdades de género que parecen estar tatuadas.

Otro ejemplo en el que se concreta “cómo se aprende a ser hombre” es en la práctica deportiva, muy relacionado con la salud.

El deporte en sí mismo durante décadas contribuyó a recalcar la superioridad social de los hombres, de la misma manera que resultó fácil  demostrar una superioridad de fuerza  física.

Los valores reforzados en el deporte desde siempre han sido los que se asociaban a valores masculinos como la fuerza física, la competitividad, la agresividad, el protagonismo o el liderazgo ¿Hasta qué punto esto está en cuestión y ya está superado en parte?

Hemos hablado a menudo en este blog del valor simbólico del deporte femenino. El acceso de las mujeres a los deportes, y el hecho de que muchas consigan éxito, medallas, etc, supone la contundencia de ser  referentes positivos para niñas y chicas  jóvenes.

Pues bien, esta conquista femenina  (otra más) es  una de las mejores cosas que nos puede pasar a los hombres.

Se logran dos efectos. Se avanza un paso más respecto a  cerrar una brecha de las desigualdades de género, y por el otro lado nos pone más fácil el soltar los lastres de la masculinidad tóxica de los que cada vez más hombres queremos desprendernos. Así nos acercamos a una posición mayor de igualdad, y a la vez de respeto a la diversidad, donde mujeres y hombres nos vamos librando de los estereotipos de género.

Me ha resultado simpático encontrarme por primera vez que un partido de fútbol femenino sea la "apuesta principal del día". Llevo años observando ese cartel y es la primera vez que aparece. Ver la foto.

El deporte para mi tiene más sentido cuando es saludable. El ejercicio físico es una forma de autocuidarse. Es necesario aprender a cuidarnos para poder  cuidar  y ayudar a las demás personas , a otros cuerpos que tenemos cerca: mayores, menores, amigos/as , parejas… Todo esto es otro constructo aprendido y puede cambiar, se puede aprender uno nuevo.

Otro aspecto del que hemos hablado a menudo es la relación de la masculinidad y los factores de riesgo. Está demostrado el mayor nivel de siniestrabilidad vial de varones jóvenes.

Viendo algunos anuncios de la publicidad sexista, nos damos cuenta de todo el catálogo de la pedagogía patriarcal hacia los hombres. El automóvil como arma de poder y dominación ¿Habíais pensado alguna vez la razón por la cual a muchos hombres les gusta conducir y no confían cuando lo hace su pareja? Coches caros y de motores potentes como indicador de masculinidad junto a la cosificación de las mujeres. Y por si no fuera suficiente queda escrito un mensaje muy claro para ellas: ¿desde cuándo a alguien le importa si eres bella por dentro? (Ver la foto).

La conducta al volante tiene mucha relación con la salud o la integridad corporal y el patrón cultural de masculinidad. El que los chicos jóvenes se maten en carretera e involucren a otros muchos automóviles (matan mucho más que mueren) es algo que se naturaliza, se normaliza,  para no tener que prevenir con perspectiva de masculinidades. (Es tabú).

Resulta curioso pero la brecha de género de  la accidentabilidad se cierra con los años. Un hombre mayor se comporta casi parecidamente a una mujer mayor. Parece que la variable edad, es más fuerte que la de género. Pensemos que muchos hombres cuando son padres “sientan la cabeza”, y reconocen que conducen más despacio y se exponen menos. Es otra construcción cultural que se va asumiendo. Eso está bien pero habría que profundizar en el análisis.

De la misma manera que  hemos explicado a menudo en otros ámbitos, algunas Teorías biologicistas o de la sociobiología  más simple, se despachan fácilmente en esta cuestión echándole la culpa a la testosterona, esa "hormona relacionada con la agresividad "que tenemos los hombres en mayor cantidad que las mujeres, y está más elevada aún cuando somos jóvenes. Ese determinismo hormonal es muy amargo y falso. Creer así nos llevaría a afirmar que los jóvenes "cuando son muy machos, inevitablemente son  violentos, se meten en peleas, tienden a violar a mujeres en grupo o tienen inevitablemente más  accidentes en carretera, justificados o legitimados por culpa de "una hormona" . PERO NO. El clásico eje Biología/Cultura. La biología puede condicionar en cierto grado pero nunca determina. Creer así echaría por tierra el valor de la educación y nos dejaría sin esperanza ante el cambio social.

Para que quede más claro: el comportamiento agresivo y temerario está más relacionado con esos valores culturales que definen ser hombres de una manera determinada.

Apoyamos un estudio de la masculinidad basado en el análisis sociocultural y menos en las características biológicas (físicas o antropométricas) del cuerpo de los hombres. La agresividad en la carretera es debida al sistema de creencias de su autoconcepto concreto, su identidad masculina, quién se cree que es y lo que piensa que se espera de él. La masculinidad hegemónica fomenta eso.

El lenguaje popular ya sabe diagnosticar o reconocer el estilo de masculinidad que es más “machirulo”, “macarra”, “capullo”, “chulito”, “machito”…

Todo se aprende y todo se refuerza o entrena cada día. A ser machista también se aprende y lleva mucho esfuerzo, el cual es forjado día a día.

La identidad masculina necesita continuas demostraciones de virilidad, constantes alardes (infinitos), pequeñas o grandes demostraciones, y necesitan la aprobación de otros hombres (la cuadrilla). En cada caso se muestra el poder y la capacidad de dominación a otros hombres más flojos, maricas, y mujeres… (en ese orden de jerarquía).

Corriendo riesgos, muchos hombres muestran su virilidad, su valentía. Reciben la admiración de los demás. Piensan que las mujeres los van a elegir por eso ¿Quedó claro?

El carácter arriesgado de estas conductas es precisamente lo que las hace irresistiblemente atractivas.

Forma parte de la propia cultura machista. En definitivas cuentas, la OMS ha dicho muchas veces que “la masculinidad tradicional puede ser muy dañina para la salud”.

Por eso es tan importante ajustar las estrategias educativas y de promoción de la salud. Insistir únicamente en los peligros y no en el cambio de modelo de masculinidad, es decir, seguir insistiendo en las enfermedades de transmisión sexual (ETS), cuando se implementan políticas de educación afectivo-sexual, o recalcar los riesgos y sus efectos al analizar la conducción de coches o motos, deportes extremos, etc podría ocurrir que lo pusiéramos peor, que se lo hiciéramos más atractivo sin querer. Eso ocurre porque seguimos sin incorporar perspectiva de género y masculinidades ¿Me expliqué? ¡Decidme que sí, por favor!


Desde este blog siempre hemos defendido el reconocimiento de unas masculinidades plurales, unas masculinidades igualitarias o feministas, que reclaman la ternura y los cuidados como "herramienta poderosa". La educación, la prevención, la promoción de la salud incorporando todo esto, creemos que completa, enriquece los diagnósticos y los tratamientos con las categorías de análisis que han faltado siempre porque al sistema le ha interesado.