Pedro es gerente de su empresa y responsable de recursos humanos (He cambiado el nombre aunque se reconocerá en seguida cuando lo lea). Hace tiempo que le ronda la idea de contar con mis servicios para incorporar un pequeño plan de Igualdad a medida, muy adaptado a su pequeña-mediana empresa.
En esa ocasión me expresaba su dificultad para encontrar sustituto en un puesto vacante de cierta responsabilidad. Dicho desempeño cuenta con dos o tres cometidos muy sensibles según él. No valía cualquiera porque debía tener un alto nivel de confianza y complicidad con él, y alto conocimiento de los entresijos de la empresa. Eso no estaba al alcance de todos los trabajadores.
Omito los detalles. Comprendí el puesto, y los requisitos.
Me habló de los posibles candidatos. Andrés, por ejemplo, sabía que no quería. Lo sabía porque era el candidato ideal para un proyecto en Brasil que le permitiría estar el año próximo. No tenía sentido contar con él para que al año siguiente tuviera que repetir todo el proceso de selección.
John llevaba año y medio en la empresa y aún necesitaba cierto rodaje, sobre todo con el idioma, pues había llegado de Londres y estaba demasiado concentrado en el nuevo departamento de exportaciones.
Carlos era muy joven. En la entrevista de selección se vendió muy bien. Causó una muy buena impresión a los superiores. Se puede decir que "prometía", pero al final no era para tanto. Le faltaba iniciativa y una mano izquierda o cintura para salir bien parado bajo presión. En determinadas situaciones se ponía nervioso y no sabía solucionar.
Jonás no le caía bien. Resulta una pena que no termine de fiarse de él. Da la sensación de que se guarda la información y actúa a espaldas de sus compañeros...
A medida que decía una sarta de candidatos imposibles y yo escuchaba, me iba dando cuenta de la situación.
Terminó Pedro concluyendo con una frase contundente:
- ¡Manuel, no tengo a nadie para ese puesto! ¿Qué puedo hacer para buscar fuera la persona necesaria?
Intenté distraerle pidiéndole que me hablara de toda la plantilla. Le pedí que me explicara los departamentos, los niveles, jerarquías, mandos, equipos y tareas, con el fín de airear el poblema y encontrar efectivamente la solución fuera, pero no de la empresa sino fuera de su cabeza, de sus creencias, de sus esquemas mentales de confort.
Así fue y tuve la oportunidad de decirle a Pedro algo que al parecer no veía y sin embargo tenía delante de sus narices.
Le dije que en veinte minutos de conversación, aparecieron numerosos nombres de personas de la plantilla con experiencia, y que estaban llenas de cualidades.
María era la más veterana, Vanessa tenía la inteligencia y la mano izquierda suficientes como para darle la vuelta a las cosas de una manera práctica. Carla no hablaba mucho pero era debido a que conservaba con siete llaves los secretos de todo el mundo, por lo que era la persona de confianza más sólida. Carmen le caía muy bien, desde el primer día le entró por los ojos. Pretendió tener con ella hace un par de años algo más pero no pudo ser, sin embargo la complicidad que consiguieron compartir a partir de entonces fue muy bonita y util para el trabajo en equipo. Antonia tiene una capacidad de trabajo incansable. Andrea tiene otra formación pero ha demostrado que aprende muy rápido, incluso Mª Victoria o la otra María, aunque llevaban muy poco en la empresa, también prometían mucho...
¿Me sigues diciendo que no tienes a nadie?
¿No te has planteado elegir a una mujer?
Me dices que no se te ocurre nadie, y a juzgar por tus propias palabras, me salen ocho candidatas - le dije suave y con la seguridad de la contundencia del argumento.
- ¡Ah, ya, pero es que...! - me dijo balbuceando.
- ¡Pues te prometo que no lo había pensado! - me respondió a continuación con la mirada perdida dirigida hacia la izquierda como buscando dentro de su cabeza una excusa que le sacara de su sorpresa.
- ¡Ya, pero es que...!
Yo le creo. Esta vez la razón es más simple de lo que parece. Simplemente no se le había ocurrido. Cuando había asumido la responsabilidad de solucionar el papelón de buscar a la persona indicada, echo mano de los que tenía cerca, y con la inercia de siempre. Se dio cuenta de todas las veces que desde que somos niños pensamos los hombres entre nosotros. Nos buscamos entre nosotros y no vemos a las mujeres. Cuando estamos en el trabajo, inconscientemente seguimos pensando androcéntricamente. Otros muchos lo hacen a drede pero ahora no me refiero a esos.
Hay ya muchas mujeres entre nosotros en los puestos de trabajo, pero cuesta integrarlas al cien por cien, con todas las consecuencias. Hay que hacer un esfuerzo activo para tenerlas presentes o en cuenta de una manera justa, sin discriminación tácita ni sutil.
- En realidad, en esta empresa nunca se ha discriminado a las mujeres, y cada vez hay más. Se supone que es posible que esta vez debo pensar en alguna de las que dices para ocupar ese puesto - me dijo Pedro dejando claramente en evidencia que lo iba pensando sobre la marcha por primera vez.
Yo no quise (estratégicamente) analizar profundamente esa última afirmación y lo dejé pasar. Creo firmemente en este trabajo y estoy convencido que hace falta hacer un proceso de reflexión sincero y de cambio auténtico y solvente. Llevará tiempo. Cuando se llega a este tipo de conclusiones son una delicia si se viven con humildad y con ánimo de hacer mejor las cosas.
Dentro de cuatro días estará más claro que la excelencia pasa necesariamente por implementar perspectiva de género a todos los ámbitos y hacer un trabajo de desarrollo personal en clave de masculinidades.
- Te felicito Pedro, creo que eres valiente por reconocerlo - le dije sin ningún tipo de ironía o sarcasmo. Te auguro muchos éxitos si te acostumbras a salir de la zona de confort en la que el patriarcado ha socializado a los hombres (y mujeres). El éxito está en el cambio, si rompemos moldes y estereotipos estrechos discriminatorios o machistas.
Y vosotros, queridos lectores y lectoras, ¿quién creeis que seleccionó Pedro para el puesto?