¿QUIÉN SOY?




Este es el blog de MANUEL BUENDÍA BERCEDO. Pretendo mostrar una propuesta profesional y particular acerca de la Igualdad de Género y las Masculinidades. Veremos algunas respuestas a la pregunta anterior pero sobre todo, haremos muchas más preguntas para invitar o implicar a otros hombres en la Igualdad.



lunes, 24 de agosto de 2015

¡A ver si tienes huevos!



21-¡A ver si tienes huevos!

Antonio tenía miedo de tirarse desde el trampolín de la piscina de su pueblo. El trampolín marcaba tres alturas. Los chicos más machos y ligones (según él) se retaban constantemente para saber quién era el que hacía el alarde de masculinidad más espectacular.

Antonio no era de esos, (muy a su pesar). Él se limitaba a observar ese trampolín que era como un gran falo al borde del agua. Cuanto más alto mucho mejor. La pandilla buscaba por los pueblos de alrededor cada vez trampolines más altos, incluidos los de la ciudad. Por la noche y en climas de fiesta, ciegos o atiborrados de alcohol, la altura parecía mucho más descarada en medio de la desinhibición.

Las chicas que merodeaban por el grupo se limitaban también a observar, con aparente admiración. Antonio observaba junto a ellas, esperando escuchar como siempre eso que le decían con frecuencia:

-¡Antonio, a que no tienes huevos!

Con los meses fueron probando en acantilados. Aumentaron la altura y la dificultad de la cornisa hasta que surgió por casualidad probar con aquello que se estaba poniendo de moda en las Islas Baleares: el balconing.

Cómo mola eso del balconing, qué buena idea! ¡La terraza interior del octavo piso de un hotel es como un trampolín de la hostia!

Antonio piensa que, ¡de esta manera se verá mucho más fácil quién es más macho!
Antonio sabe que todos los que fallecen por lanzarse desde un balcón son varones, y parece que nadie lo dice. Pronto seguramente habrá alguna mujer que lo copie y haga esa misma machada. Cuando las haya no cambiará nada, respecto a valorar que esta estupidez o irresponsabilidad es otro asunto de masculinidades tóxicas, y de cómo los hombres más o menos jóvenes construyen un modo u otro de masculinidad. Algunas mujeres siempre les querrán imitar, pero en este caso aún no ha ocurrido eso.
Antonio como cualquiera con sentido común supone que hasta que no se atienda la educación en otras masculinidades más igualitarias y civilizadas no empezaremos a comprender, hasta entonces no podremos detener estos procesos.

Hay que educar en otros tipos de galanteo, otros alardes de virilidad, los flirteos con el riesgo y la muerte, o las formas de llamar la atención o impresionar a la chica o chico que te gusta, etc No consiste en reprimir sin sentido sino en educar, dialogar, compartir, reflexionar…

Y además por su parte, Antonio sabe que tiene que encontrar un lugar donde abrazar su particular miedo y donde se sentirse cómodo y feliz, en una masculinidad responsable y amable aceptando sus temores y limitaciones. Mucho habría que hablar del alcohol. Mucho habría que hablar de la edad y las nuevas vivencias; los dos últimos fallecidos tenían treinta y ocho, y  cuarenta y cinco años respectivamente, ya no eran tan adolescentes ¿De qué adolecerían?


22- ¡Ese médico es un machista!

¡Qué tipo más antipático!
Ana estaba segura de eso, lo había comprobado. Acompañaba con cierta frecuencia a su padre al oftalmólogo. En otras ocasiones también se había sentido muy incómoda con el facultativo.

Cuando tuvieron que hacer lo mismo con su madre, es decir, acompañarla  al médico, se habían turnado entre ella y su hermano. Hasta ahora no había sido una mujer la médica. Repartirse ambos hermanos por igual las tareas de cuidado era lo lógico y habitual, y lo tenían muy hablado y acordado.

Pero en el caso del especialista de los ojos de su padre, siempre había ido ella, una casualidad. Pues bien, tenía muy observado que dicho facultativo le hablaba muy bajito, nunca le miraba a los ojos a ella, le decía palabras sueltas, incompletas. Cuando le pedía una explicación sobre algo que no había oído o entendido, parecía que le molestaba repetirlo, y lo hacía con la contundencia necesaria como para hacerle creer que ella fuese tonta o ignorante, o descuidada en caso de que insistiera. El padre a su vez tenía una sordera importante, por lo cual no se enteraba mucho, y no podía ayudar. Así que Ana hizo la prueba:

-         Jorge, por favor, el próximo día quince del mes que viene, puedes ir tú?- le pidió a su hermano.

Dicho y hecho. El mismo médico a Jorge le pareció super-encantador. Jorge, con la lección muy bien aprendida, sacó un cuaderno de notas con la intención de apuntar lo necesario y que no se le olvidara nada, pero no fue necesario porque el mismo médico le habló alto, le repitió despacio los datos importantes, una auténtica clase magistral.

Se cayeron muy bien, y le miró todo el rato a los ojos, al parecer era un digno interlocutor, y con la autoridad suficiente como para dedicarle el tiempo necesario.
Jorge no entendió en ese momento las quejas de su hermana. A él le pareció muy simpático, y se hicieron colegas. Aprendió mucho de anatomía del ojo y del desgaste de la retina con el paso de los años, y en el caso de su padre del riesgo que corrían de un desprendimiento macular. Se responsabilizó de la importancia de que no olvidara tomar las vitaminas, de medirse la tensión con cierta regularidad…

Al despedirse hablaron hasta de fútbol.

Jorge es un hombre sensible y se fía de su hermana ¡Si ella lo dice, será verdad! Gracias a su hermana, Jorge tiene la oportunidad de reflexionar sobre su propio machismo y el de otros hombres.
Quizá en este caso lo que no comprendía muy bien fueron las palabras que su hermana espetó al despedirse por la puerta.

-¡Está claro que soy muy fea para este tío! Seguro que si llevo minifalda o un gran escote, me hace más caso…!


23. No me importa que te cobijes en mi cama

No me importa que te cobijes en mi cama,
puede que encuentres calor
puede que frío,
tus preguntas y respuestas
con mis risas y sudores
en perfecto desorden
buscan un espacio con tiempo,
una especie de rocío

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