21-¡A ver si
tienes huevos!
Antonio tenía miedo de tirarse desde el trampolín de la piscina
de su pueblo. El trampolín marcaba tres alturas. Los chicos más
machos y ligones (según él) se retaban constantemente para saber quién era el
que hacía el alarde de masculinidad más espectacular.
Antonio no era de esos, (muy a su pesar). Él
se limitaba a observar ese trampolín que era como un gran falo al borde del agua. Cuanto más alto mucho mejor. La
pandilla buscaba por los pueblos de alrededor cada vez trampolines más altos,
incluidos los de la ciudad. Por la noche y en climas de fiesta, ciegos o atiborrados
de alcohol, la altura parecía mucho más descarada en medio de la desinhibición.
Las chicas que merodeaban por el grupo se
limitaban también a observar, con aparente admiración. Antonio observaba junto
a ellas, esperando escuchar como siempre eso que le decían con frecuencia:
-¡Antonio, a que no tienes huevos!
Con los meses fueron probando en acantilados.
Aumentaron la altura y la dificultad de la cornisa hasta que surgió por casualidad
probar con aquello que se estaba poniendo de moda en las Islas Baleares: el balconing.
-¡Cómo
mola eso del balconing, qué buena idea!
¡La
terraza interior del octavo piso de un hotel es como un trampolín de la hostia!
Antonio piensa que, ¡de esta manera se verá
mucho más fácil quién es más macho!
Antonio sabe que todos los que fallecen por
lanzarse desde un balcón son varones, y parece
que nadie lo dice. Pronto seguramente habrá alguna mujer que lo copie y
haga
esa misma machada. Cuando las haya no cambiará nada, respecto a
valorar que esta estupidez o irresponsabilidad es otro asunto de masculinidades tóxicas, y de cómo los hombres
más o menos jóvenes construyen un modo u otro de masculinidad. Algunas mujeres
siempre les querrán imitar, pero en este caso aún no ha ocurrido eso.
Antonio como cualquiera con sentido común
supone que hasta que no se atienda la educación en otras masculinidades más
igualitarias y civilizadas no empezaremos a comprender, hasta entonces no
podremos detener estos procesos.
Hay que educar en otros tipos de galanteo,
otros alardes de virilidad, los flirteos con el riesgo y la muerte, o las formas de llamar
la atención o impresionar a la chica o chico que te gusta, etc No consiste en reprimir sin sentido
sino en educar, dialogar, compartir, reflexionar…
Y además por su parte, Antonio sabe que tiene
que encontrar un lugar donde abrazar
su particular miedo y donde se sentirse cómodo y feliz, en una
masculinidad responsable y amable aceptando sus temores y limitaciones. Mucho habría
que hablar del alcohol. Mucho habría que hablar de la edad y las nuevas vivencias; los dos últimos
fallecidos tenían treinta y ocho, y
cuarenta y cinco años respectivamente, ya no eran tan adolescentes ¿De
qué adolecerían?
22- ¡Ese
médico es un machista!
¡Qué tipo más antipático!
Ana estaba
segura
de eso, lo había comprobado. Acompañaba con cierta frecuencia a su padre al
oftalmólogo. En otras ocasiones también se había sentido muy incómoda con el
facultativo.
Cuando tuvieron que hacer lo mismo con su
madre, es decir, acompañarla al médico,
se habían turnado entre ella y su hermano. Hasta ahora no había sido una mujer
la médica. Repartirse ambos hermanos por igual las tareas de cuidado era lo
lógico y habitual, y lo tenían muy hablado y acordado.
Pero en el caso del especialista de los ojos
de su padre, siempre había ido ella, una casualidad. Pues bien, tenía muy
observado que dicho facultativo le hablaba muy bajito, nunca le miraba a los
ojos a ella, le decía palabras sueltas, incompletas. Cuando le pedía una
explicación sobre algo que no había oído o entendido, parecía que le molestaba
repetirlo, y lo hacía con la contundencia necesaria como para hacerle creer que
ella fuese tonta o ignorante, o descuidada en caso de que insistiera. El padre a
su vez tenía una sordera importante, por lo cual no se enteraba mucho, y no
podía ayudar. Así que Ana hizo la prueba:
-
Jorge, por
favor, el próximo día quince del mes que viene, puedes ir tú?- le pidió a
su hermano.
Dicho y hecho. El mismo médico a Jorge le pareció super-encantador. Jorge,
con la lección muy bien aprendida, sacó un cuaderno de notas con la intención
de apuntar lo necesario y que no se le olvidara nada, pero no fue necesario
porque el mismo médico le habló alto, le repitió despacio los datos
importantes, una auténtica clase magistral.
Se cayeron muy bien, y le miró todo el rato a
los ojos, al parecer era un digno interlocutor, y con la autoridad suficiente como
para dedicarle el tiempo necesario.
Jorge no entendió en ese momento las quejas de
su hermana. A él le pareció muy simpático, y se hicieron colegas. Aprendió mucho de anatomía del ojo y del
desgaste de la retina con el paso de los años, y en el caso de su padre del
riesgo que corrían de un desprendimiento macular. Se responsabilizó de la
importancia de que no olvidara tomar las vitaminas, de medirse la tensión con
cierta regularidad…
Al despedirse hablaron hasta de fútbol.
Jorge es un hombre sensible y se fía de su
hermana ¡Si ella lo dice, será verdad! Gracias a su hermana, Jorge tiene la
oportunidad de reflexionar sobre su propio machismo y el de otros hombres.
Quizá en este caso lo que no comprendía muy bien fueron las palabras que su hermana espetó al despedirse
por la puerta.
-¡Está claro
que soy muy fea para este tío! Seguro que si llevo minifalda o un gran escote, me hace más caso…!
23. No me importa que te cobijes en mi cama
No me
importa que te cobijes en mi cama,
puede que
encuentres calor
puede que frío,
tus preguntas
y respuestas
con mis
risas y sudores
en perfecto
desorden
buscan un
espacio con tiempo,
una especie
de rocío
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡ Muchas gracias por regalarme tu opinión !