Voy a confesaros
una cosa. A veces me gusta escuchar conversaciones ajenas que no me incumben. Lo reconozco, por lo que podéis decir con toda tranquilidad que soy un hombre muy cotilla. Yo para disimular digo que hago trabajo de campo, tengo curiosidad, una vocación etnográfica, interés científico o simplemente que me fascinan las historias de la gente. El caso es
que esta vez lo tomé como un bonito regalo que me hicieron otros hombres al
hablar lo suficientemente alto como para que yo lo percibiera. Me encontraba en
una cafetería tranquilamente y en la mesa de al lado estaban cuatro hombres
jubilados en plena tertulia. La edad media
seguramente era superior a los 70 años.
Uno de ellos había
visto en la televisión española el día anterior un documental sobre Clara Campoamor y Victoria Kent y se lo
estaba contando con cierto entusiasmo a sus compañeros. Ignoro si los temas
habituales de otros días son deportes y política, o fundamentalmente fútbol, yo eso no lo sé
y me niego a darlo por hecho. El caso es que ese día y esa vez no fue así. Me
encontraba yo con la antena puesta y la sensibilidad para valorar esa conversación. Quién sabe si precisamente estos hombres hablan con cierta frecuencia de lo mal que les salió la paella el día anterior, o de lo duro que resulta el cuidado de un enfermo con demencia.
Consultó a sus
compañeros y nadie más lo había visto. Les contó con pelos y señales la importancia política y social de esas dos
mujeres. Reconoció con entusiasmo que había aprendido mucho, que le habían
interesado algunos rasgos de la historia del feminismo. Lo enlazó con
naturalidad con la poca visibilidad de las mujeres en la esfera pública, o la
importancia del voto, y la influencia de la sociedad machista, así como todo lo que faltaba aún por avanzar.
Yo iba asintiendo con gusto. Os prometo que ni exagero ni miento.
Al menos la teoría algunos ya nos la sabemos. Sus compañeros le hacían preguntas muy interesados e intercalaban comentarios. Incluso llegó a decir que actualmente las mujeres han accedido a numerosos puestos y falta que los hombres nos incorporemos totalmente en la casa ¡Lo relacionó así! ¡Conectó la Clara Campoamor de la década de 1930 con lo mucho que disfrutaba él con una nieta y un nieto que tiene que cuidar todos los días y dar de comer. Al parecer, le hacía ilusión recalcar que es él quien los lleva al colegio por las tardes, y los vuelve a recoger entre otras muchas tareas.
Al menos la teoría algunos ya nos la sabemos. Sus compañeros le hacían preguntas muy interesados e intercalaban comentarios. Incluso llegó a decir que actualmente las mujeres han accedido a numerosos puestos y falta que los hombres nos incorporemos totalmente en la casa ¡Lo relacionó así! ¡Conectó la Clara Campoamor de la década de 1930 con lo mucho que disfrutaba él con una nieta y un nieto que tiene que cuidar todos los días y dar de comer. Al parecer, le hacía ilusión recalcar que es él quien los lleva al colegio por las tardes, y los vuelve a recoger entre otras muchas tareas.
Quizá me conformo
con poco pero esto fue una pequeña muestra de mi improvisado trabajo de campo,
apuntando en mi cuaderno de notas en un día cualquiera.
40. Mi niño no me
come bien
Antonio es padre soltero. No le gusta hablar de qué fue lo que ocurrió
con su pareja y por eso sus amigos y amigas procuran no sacarle el tema. Se ha
tenido que pedir unos días libres en el trabajo porque su pequeño de dos años y
medio está hospitalizado y ha tenido una recaída. Ha tenido dificultades de la
alimentación casi desde que era recién nacido. La patología orgánica que
arrastra desde los seis meses, hace que ahora le tengan que volver a alimentar
con sonda nasogástrica. Tiene muy buena relación con la pediatra del servicio
de Gastroenterología y nutrición de su centro ambulatorio desde siempre,
gracias al seguimiento. Le ha instruido y ayudado para lograr una vida más o
menos normal y tener controlada la enfermedad de base.
No es fácil pero han
aprendido mucho y les ha servido a los dos Antonios para fortalecer el vínculo
emocional o afectivo. Antonio ha aprendido a mantener la calma y a no ponerse
nervioso cuando su hijo Toni se niega a comer cualquier cosa que no le gusta o le parece demasiado difícil de tragar.
Es consciente que no puede acostumbrarle a dárselo todo triturado como hubiera
sido lo más fácil en un principio.
El momento más
difícil lo tuvo a los siete meses cuando tuvo que pelear con los
sólidos. Su pediatra le convenció de
sustituir ese verbo bélico por otro
como trabajar,
aprender a digerir o disfrutar con los
sólidos. Hay que acostumbrarse a no verlo como una guerra. Es algo inconsciente.
Darse cuenta de ello y mejorarlo poco a poco como un proceso significa que van madurando y creciendo juntos. Estuvo meses
atragantándose con cierta frecuencia. Lo llamaban “sustos”. Aprendieron a
espantar los sustos jugando y sobre todo mucha paciencia.
Eso sí, tiene un
secreto con su hijo a escondidas de su pediatra. No se lo han dicho y no saben qué pensaría ella. Con más de tres años Toni sigue tomando un
biberón por las noches. Ahora están pasando una recaída o un SUSTO con
mayúsculas en el hospital, pero esperan que lo superarán porque hacen un buen equipo.
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