“Aquí descansa una paloma que
nunca supo volar”
Anoche hablamos de la muerte. Carlos San Martín, sexólogo y terapeúta, y entre otras cosas amigo, nos convocó a otra tertulia, en su programa habitual “Encuentros con”. Pudimos escuchar a la sicóloga especialista en sico-oncología Noelia Palacio, que nos habló con una voz “balsámica”, de lo que no se habla. Es diferente la muerte que el morir, que es en sí un proceso y además personal e intransferible. Noelia nos recordó para empezar, que existe una “conspiración del silencio” sobre este tema, que es hoy tabú. Esto se une a una larga lista de asuntos donde hay un pacto de silencio, a veces explícito y otras no, y que tienen mucho que ver con el espíritu de este blog, por lo que voy a intentar poner un granito de arena y propagar algunas de las ideas deliciosas que recuerdo, del encuentro de ayer…
Habló de comunicación, y cómo
transmitimos la información los profesionales, en asuntos delicados, y en concreto la salud lo es. El
sufrimiento tiene “mala prensa”, no es agradable, pero hemos de aprender a
adaptarnos. El sufrimiento no coincide con el dolor. Al dolor se le puede
catalogar, limitar. El sufrimiento es más complejo. Tiene relación con la
percepción de uno mismo, de una misma, hacia dicho dolor. El clásico dilema de mapa y
territorio. Tapar los problemas, negarlos, ocultarlos, aparentar una “felicidad
fingida” por imperativos sociales, tomar esa pastilla enseguida que solo
favorece al mercado farmacéutico, la tendencia a sicopatologizar o poner
etiquetas, por ejemplo, son elementos que hay que desaprender. De hecho, a
menudo se produce un rebote al reprimir las emociones, que afloran con más
fuerza en forma de pensamientos muy negativos u obsesiones.
Fluyeron suavemente elementos
importantes como el don de la palabra, el acompañamiento, el cuidado, el estar
disponible, el ocuparse, en sus medidas más idóneas, para cada caso. Hablamos del
cuidado y acompañamiento a enfermos terminales o no, o sobre los cuidados
paliativos. Deberíamos además decir que hay que cuidar al cuidador, que
mayormente es cuidadora. En general, subyace las crisis de los cuidados en un sentido
amplio. Y en este blog tendremos oportunidad más delante, de todo lo referido a la implicación de los varones en
particular, que es otro pacto de silencio añadido y que el sistema patriarcal
se empeña en disimular.
Nos comentó que hay muchos cánceres que se
curan, y esa superación, debido a que la persona se ha implicado tanto
personalmente en el proceso, ha puesto la carne en el asador, le sirve de
experiencia, de motor vital en adelante .
Se habló de emociones como la
tristeza. Es normal que la persona enferma se preocupe, o pueda tener en
ocasiones pensamientos autodestructivos, rechazo, enfado, se pregunte por qué
le pasó a él. Se cuestionen, nos cuestionemos, todo tipo de creencias, incluidos
los sentimientos religiosos o de existenciales de otro tipo, o no lo haga. Y si me lo permitís,
las trampas en el solitario, o las argucias manipulativas políticas se desmoronan a la
hora de la verdad, o no, o resurgen en diferentes direcciones.
Se habló del duelo y sus
fases. De lucha y aceptación ante la enfermedad, que no son contrarios. Se
entremezclan. Hay lucha cuando hay objetivo y propósito, y aceptación cuando se
asume la realidad, algo previo necesario que reconocer antes de actuar, o al
mismo tiempo. La resignación es otra cosa.
La memoria, los recuerdos, el
pasado y ese “futuro” con las horas bien o mal contadas. El tiempo y sus usos. Tratar con perspectiva de género los
usos del tiempo es esencial para avanzar en una equidad de género.
Salió la vejez, las mentiras sobre el tiempo, de
nuevo el cuidado, los cuidados. Surgió el proteger, y/o sobreproteger a la persona enferma.
Esta tiene derecho a saber el diagnóstico, a decidir por sí misma. ¡Tantas cosas! De
las pérdidas de otros seres queridos.
Carlos advirtió como autocrítica que uno
de los “defectos de fábrica” de los y las profesionales de la salud es ese “paternalismo o maternalismo” hacia los
pacientes como si fueran menores de edad.
A lo largo de la charla, como
vemos, iba surgiendo suavemente paso a paso ese análisis de género tan transversal, y cómo
ciertamente los hombres podemos tener en
general una especial dificultad a expresar emociones. Las caretas con las
que vivimos nos cuesta soltarlas cuando nos morimos. Queda mucho trabajo
ahí por hacer. De hecho de todo el público que estábamos allí éramos un 26% de
varones y un 74% de mujeres. El recurrente tema de cuáles son las cosas que importan, a
quién le importan las cosas importantes, qué significa importar…
La palabra escrita, en sus
múltiples formas, puede ayudar a fluir las emociones. A plantear el sentido de
la vida, sobre todo cuando escasea. Noelia nos explicó experiencias clínicas
con mujeres enfermas de cáncer de mama, con las que ha utilizado la poesía como
herramienta para liberar angustias y miedos.
Salieron emociones como el
miedo, como no podía ser de otro modo. Miedo al dolor y miedo al morir. Miedo a la soledad, sobre los fracasos, o
las cosas pendientes. Del sentimiento de pena que queda por tenerte que ir de
un “lugar” donde se está muy bien. Compartir el dolor muchas veces es lo único
que se puede hacer, es la única empatía posible. Y está bien.
Resultó muy interesante, hubo
muchas preguntas de personas desde el público, que fueron todas hechas por mujeres, dicho sea de paso.
No es momento de comentar ahora qué suele ocurrir cuando intervienen hombres
desde el principio. Carlos aportó otro de los “defectos de fábrica” de los y las profesionales de la salud que
tiene que ver con interpretar la muerte como un fracaso del acto médico. Como
si alargar la vida, la supervivencia, fuera lo único evaluable.
Aprender a despedirse. Recomiendo
encarecidamente una película bellísima Japonesa (2008 Daigo Kobayashi) titulada
“Despedidas” o “Violines en el cielo”. El protagonista refleja una masculinidad, para mi gusto positiva y atractiva, muy agradable.
Noelia nos contó, para terminar, su experiencia
sobre talleres con enfermas que en grupo compartieron la elaboración de epitafios
o despedidas dejadas por escrito. Nos leyó unas cuantas, me quedo con una que
he puesto en el título, y que dejo para la reflexión: “ Aquí descansa una
paloma que no supo volar”.
Yo no me despido, me conformo con
un simple “hasta luego”…
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