Un día estaba hablando de mujeres con un amigo, otro hombre
de confianza. ¿Dónde está lo que es de fiar? He dicho que estaba hablando con
otro hombre de confianza. ¿Eso es posible? Lo es, pero vayamos por partes. Es
un amigo de confianza porque es amigo, nos conocemos y nos queremos. Puedo
vacilarle en momentos clave con la razonable seguridad de que la conversación
no se me escapa de las manos, algo también posible. Estábamos compartiendo
nuestra rica relación con diferentes mujeres.
¡Nos íbamos entusiasmando poco a poco mientras hablábamos de
tías! Eso es posible, aunque me gusta más decir mujeres. Aún se me saltan las
alarmas cuando algo es demasiado coloquial. Reconocíamos con agrado el tener
conversaciones y colaboraciones muy interesantes y frecuentes con varias de ellas, a un
nivel alto, intelectual y emocional a la vez, técnico,…El me hablaba de anécdotas
en su trabajo, etc En planos menos serios, aparentemente lo de serios, también comentábamos
la incorporación de mujeres en algún raro ocio común. Comprobamos que hay
bichos raros de todos los sexos, bichas raras en este caso. Es lógico e
inevitable por otra parte. Además era evidente, observado por ambos, que la
cuestión ocurría con tendencia, es decir, si lo comparamos con hace unos años
cada vez es mayor la intensidad y con muchas más de ellas. Esto es así, se quiera
ver o no, te unas a la fiesta o no lo hagas.
En un momento que la conversación se calentaba demasiado, se
paró a pensar, y necesitó hacerme una aclaración por si acaso.
- -
¡Pero yo no quiero nada con ellas!
Como un resorte automático con la correspondiente
deformación profesional, me surgió la contrapregunta:
-
-¿Pues si no quieres nada con ellas para qué les hablas?
Se produjo cuatro o cinco segundos de silencio valorativo.
Podía haberme respondido que por el simple hecho de hablar por hablar, para
pasar el rato, o cualquier otra cosa. O me podía haber dicho que no te puedes divorciar de una
compañera de oficina. Si hubiera respondido de esas maneras quedaría claro que
no todo es trabajo, ni todos son asuntos demasiado profundos sobre los que siempre se pueda influir. Habría quedado como una
conversación superficial. Tal vez, se habría desviado el debate hacia el tema
general de actuar o no obligatoriamente por un interés del tipo que sea.
Pero la ambigüedad de mi contrapregunta pudo dar a entender
que era yo el que descartaba cualquier posibilidad que no fuera pensar con la
polla. Pensad que estábamos hombres solos sin espías, ni observadoras. Además,
¿qué es algo?, ¿qué es nada?, ¿qué es hablar? Aún recuerdo la expresión de las
abuelas que afirmaban que Carmencita y Arturito, antes de casarse, estuvieron
cinco años hablando.
¡Pero no! Ese no querer nada con ellas se refería a un
contacto sexual, como os podéis imaginar. Como si estuviese incrustado en el
cromosoma Y que siempre que dos hombres hablan de tías es para intentar
follar. En sus diferentes grados, desde algo más o menos subliminal, hasta un
marco en el que sea lo único posible.
Por otra parte en los últimos años se repite mucho el tópico de que los hombres cuando
están solos, en general, hemos madurado un poco y ya podemos hablar de algo más que de
fútbol o de mujeres, en el sentido que nos ocupa en este momento. Por cierto, ese
es el arranque esencial y necesario de los grupos de hombres. El debate una vez
ampliado, indica que puede hablarse de
muchas otras cosas, esa es la importancia de los grupos de apoyo mutuo para
crecimiento personal, para compartir experiencias en lo emocional o
sentimientos, sobre la paternidad, la corresponsabilidad o los cuidados...
Pero,
sigamos con el hilo de antes, ¿se puede hablar de fútbol de otra manera? ¿Y se puede hablar de
mujeres en otros términos?
Tarde o temprano, a medida que las mujeres se van
incorporando a todos los sitios, tenía que ocurrir para los más privilegiados, aunque eso suponga desaprender otros privilegios. Las combinaciones posibles
son infinitas. Los puntos de tensión también son infinitos, y por consiguiente
los efectos también lo son.
Seguimos en ese momento de silencio valorativo. Aflora inconscientemente, queda aún
latente que tarde o temprano, en un momento dado tiene que haber algún interés
sexual, o un momento de un enorme riesgo. Algo así como que un hombre y una
mujer no pudieran ser camaradas, compañeros, amantes, amigos, colegas, pareja … y
eso con infinitos grados de intimidad en todas sus combinaciones interpares,
con o sin repetición. Pues si y no, y depende. Y todo a la vez según cuándo. ¿Y
dónde está el problema? ¿Acaso las relaciones sexuales, observándolas con
varias perspectivas, no presentan también diferentes niveles de intimidad,
amistad, complicidad, o incluso ser inexistente o de conveniencia? Sobre la
misma conveniencia habría mucho que decir, ¿acaso una pareja recién enamorada
no es conveniente que resuelvan su prurito? ¿acaso amarse no conviene a las
partes? ¿Qué tipo de entropía o ruido se nos está colando? ¿Acaso no somos seres sexuados tanto ellas como nosotros en todo lo que
hacemos? ¿Acaso no se han multiplicado varias veces el número de relaciones sexuales en el ámbito laboral? En
otro tiempo, cuando las únicas mujeres eran la secretaria y la limpiadora,
permitía pocas combinaciones, ¿pero ahora? Tenemos en cuenta las infinitas
combinaciones que hay ahora, con jefas, becarias, clientas, proveedoras,
socias, los múltiples iguales… eso intentando ser productivos, con crisis o sin
ellas de todos los tipos.
Damos por hecho demasiadas cosas. Lo sensato hoy en día es no descartar
nada, e ir abriendo los nuevos debates, poco a poco y con urgencia, sin prisa pero sin pausa
es obligatorio hacerlo. Los protocolos de acoso laboral, sexual, o por razón
de género, en los centros de trabajo, el gestionar las exrelaciones dentro de
las empresas, etc forman parte también de los Planes de Igualdad, y eso quizá
no lo sabe todo el mundo. Gestionar la incertidumbre, la provisionalidad, los
peligros, en las nuevas relaciones de género, es algo que no se puede omitir. Hay que
instalarse en el cambio sin miedo, surfeando la realidad. Y no hay que quedarse
callados a verlas venir. Repito, no hay que descartar nada.
¿Somos conscientes de esa revolución? Respondo a la pregunta. Está muy claro que algo
querremos con ellas. Con cada una, una cosa distinta o varias a la vez. Mi
amigo y yo empezamos a verlo. ¡Bien! Para muchos el patriarcado es una
invarianza, algo que seguirá igual aunque todo lo demás cambie, pero no es
verdad, yo no lo creo. Estoy aprendiendo a apreciar cada uno de los avances. Gracias a Bauman comprobamos que los modelos sólidos y
rígidos han saltado por los aires, ya no es posible volver atrás, es inútil
ignorarlo o actuar como si no fuera, y hoy me atrevo a decir tranquilamente que aparte
de no dar nada por dicho o hecho, podemos tener amores húmedos, y también tener
amores líquidos, en sociedades líquidas, con masculinidades líquidas…
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