¿QUIÉN SOY?




Este es el blog de MANUEL BUENDÍA BERCEDO. Pretendo mostrar una propuesta profesional y particular acerca de la Igualdad de Género y las Masculinidades. Veremos algunas respuestas a la pregunta anterior pero sobre todo, haremos muchas más preguntas para invitar o implicar a otros hombres en la Igualdad.



viernes, 17 de enero de 2014

El ballet de las bolas de alcanfor

(Herramienta nº 4  El ballet de las bolas de alcanfor)

Andreu es un tipo normal. Consiguió separarse por las buenas de  su ex pareja María, la madre de su hijo Lucas. Habían sido felices durante ocho años hasta que dejaron de serlo. Eso es todo. Él quiso la custodia compartida de Lucas y a María le pareció bien. Andreu lo celebró con sus compañeros del grupo de hombres.

Aquel sábado por la mañana hacía muy malo en la calle y tras mirar por la ventana, se le ocurrió proponer a Lucas hacer un experimento como los de El hormiguero, el programa de la televisión.
 -¿Quieres que hagamos el experimento de las bolas de alcanfor?- le dijo a Lucas que ya era mayor puesto que tenía seis años.
El experimento requería reunir un vaso de cristal, unas cuantas bolas de alcanfor, bicarbonato y un poco de vinagre.
  -Si rellenas el vaso con agua- le dijo a su hijo- yo le echo unas pocas cucharadas de vinagre y un par de cucharadas de bicarbonato, ¿vale?

  - ¡Qué divertido papá, me pido revolver!- le respondió Lucas.
Cuando habían terminado, se repartieron las bolas de alcanfor para ir soltándolas una a una por turnos. ¡Magia!

Al principio las bolas se hundían, pero al cabo de un rato comenzaban a subir a la superficie del agua. Y esa misma bola de alcanfor se hundía de nuevo hasta el fondo para al cabo de unos segundos volver a salir a flote. Eso una y otra vez. Todas las bolas, cada una a su momento, danzaban lentamente hacia arriba y hacia abajo. Es el ballet de las bolas de alcanfor.

-         ¿Por qué pasa esto papá?- le empezó a preguntar- ¿a que es magia?
-        "No Lucas no es magia", es ciencia pero tienes razón en que la ciencia es de las cosas más mágicas que hay- fue la manera que se le ocurrió para conectar con su hijo en ese momento.

La razón por la que ocurría eso era porque las bolas al hundirse se llenaban de burbujas de dióxido de carbono, que eran unas burbujitas como las de los refrescos que tanto le gustaban a su hijo. Las bolas de alcanfor con esas burbujas se comportaban como si se llenaran de flotadores que las llevaran a la superficie y así salían a flote. En la superficie se liberaban las burbujas al exterior, se les  iba al aire. Entonces se volvían pesadas y como no sabían nadar, de nuevo se volvían a hundir. Al llegar al fondo se les pegaba nuevas burbujas que las elevaban otra vez y así sucesivamente.
-         Y las burbujas, ¿de dónde salen?- le siguió preguntando Lucas fascinado.
-         Las burbujas, cariño, no salen del alcanfor sino del bicarbonato, ¿se te había olvidado que lo echamos?- le recordó su padre.

Las bolas podían seguir así su movimiento durante horas. Estaba claro que la felicidad era eso. Es posible parar el reloj cuando cuatro ojos observan unas bolas de alcanfor bailar en un vaso de agua.
   -¿Papá por qué lloras?- le dijo Lucas.
  - Por nada hijo mío- le respondió con una mentirijilla- ¡es tan emocionante!
Durante un instante Andreu se había acordado de María. Los sábados por la mañana solían ir de compras por el centro. A Lucas y a Andreu les encantaba quedarse aparcados en el escaparate de la tienda de los chinos contemplando durante minutos ese  juguete de pingüinos que subían unas escaleras haciendo cola  sin parar. También se paraba el tiempo con los cuatro ojos clavados en el juguete, y las dos narices apoyadas en el cristal, hasta que oían la voz de María decir:

-         ¡No sé quién es más niño, venga que nos vamos!

La naturaleza está llena de sistemas en equilibrio como este. Y nosotros también, puesto que es una bonita metáfora de lo que nos ocurre a menudo a las personas con nuestras propias contradicciones. O lo que nos ocurre en las relaciones personales, donde hay numerosas fuerzas que tiran y aflojan en una dirección y su contraria produciendo un equilibrio inestable en movimiento. A medida que ocurre lo siguiente obliga a reajustarse  todo lo demás por lo cual presenta otro punto inestable. Al final la vida es una pista de baile con numerosos  “péndulos y péndulas”  que a veces  bailan  lambada y otras veces tango, y muy a menudo a lo suelto. En ocasiones el péndulo con sus contradicciones se queda sentado en la silla esperando el momento o la persona.

Andreu echaba de menos a María en los días de lluvia, cuando iba de compras o cuando se sentía hundido lleno de burbujitas, pero había decidido salir a flote por sí mismo.

No culpabilizaría a nadie de su propio destino, no era justo que le echara la culpa a María, ni que se autocompadeciera. Por supuesto que eso no era todo, que había muchas más cosas en esos ocho años.

Andreu es un tipo normal, es un buen hombre, y sabe que a veces se para el tiempo con una fila de pingüinos. Sabe que la felicidad de la vida al menos de momento, hasta que se le ocurra algo puede consistir en el hermoso ballet de las bolas de alcanfor. Ese pequeño secreto que comparte con su hijo Lucas.

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