30- ¿Seguro que no había cuentos astutos escritos por mujeres?
Un
día revisando la biblioteca pública encontré este simpático librito de cuentos
recopilados por una mujer.
No tengo nada contra la
escritora ni contra los criterios muy
justificados seguramente que empleó para hacer la selección de los trece cuentos astutos.
Tampoco critico la calidad de los
autores, la ponderación de las distintas épocas históricas, o la repartición de
los orígenes geográficos.
Pero a mí me llama la atención
que no aparezca ninguna mujer en un libro actual sobre una recopilación de
todas las épocas y lugares.
¿Les falta astucia a las mujeres
para escribir? Yo afirmo que no.
Eso sí que es un gran cuento…
31-Aceptar la incertidumbre en
la oficina.
Felisa es una mujer ejecutiva de
una multinacional muy masculinizada, que recurrió a una coach de género para ayudarla a conciliar
su vida personal, familiar y laboral, y para aumentar la confianza en sí misma
en el ambiente de trabajo.
Entre las dos habían trabajado
una serie de aspectos sobre la estructura y relaciones en su puesto de trabajo. El jefe de Felisa sabe disimular
muy bien cuando se encuentra inseguro. Ella ha aprendido a notarlo, y sin
querer, como una madre tradicional,
se echa a sus espaldas esa responsabilidad que no le corresponde. Ni que decir tiene que esa tarea nadie se la paga ni reconoce.
Se dio cuenta de varias cosas más
que podía mejorar. Felisa es madre soltera. Su hija de cinco años le
proporciona mucha felicidad pero no llega
a todo. Menos mal que cuenta con la abuela. El problema es que tiene tanta
responsabilidad, está tan preocupada, que a menudo “piensa que no lo logrará” y se
lo cuenta a todo el mundo. Los
hombres con los que compite no hacen eso, ellos disimulan.
Tiene la sensación de que todas
las compañeras de trabajo piensan que están ahí porque se lo merecen con
creces. Seguro que es verdad. Todas
están donde están por la excelente actuación y lo saben. Algunos de ellos quizá no se lo merezcan tanto pero no importa, ni se lo plantean. Con los años varias de ellas han
aprendido a adoptar un modelo muy perfeccionista. No suelen explicitar que saben
algo hasta que no están seguras de que es así. Seguramente son cuestiones tan discutibles como sutiles.
Sin embargo tienen la sensación,
Felisa entre ellas, de que varios de sus compañeros saben disimular. Parece que
ellos están entrenados a salir al terreno de juego y sólo preocuparse en jugar
y ganar. Sus fanfarronadas les ayudan a parecer que saben, y a intentar salir
bien parados ¿Por qué no aprender a hacer algo parecido observando que a ellos les sale tan bien?
Felisa sabe que hasta que no está
completamente segura de su movimiento, no se mueve. Y eso no puede ser. A partir de
ahora irá viendo. Aprenderá a improvisar.
Pondrá encima de la mesa las
cartas con su jefe: él tiene que reconocer en público de alguna manera que la
necesita o que la considera. No es obligatorio que todo el mundo sepa las debilidades de Felisa, los demás no lo confiesan constantemente sin necesidad. No será ella quien las diga, las demás personas que se esfuercen en averiguarlas. Hacer eso, callarse, no es mentir. Sabe que es muy valiosa, tanto en
casa como en el trabajo, pero no es perfecta, nadie lo es.
Es una fantasía el pretender
estar segura en todos los campos.
- ¿Por qué no aprender algunos aspectos útiles de quienes llevan muchos siglos trabajando fuera de casa?-algo que se cuestiona a sí misma. Sabe que muchos de sus compañeros hombres están muy verdes en la esfera privada o doméstica; tendrán individualmente que trabajárselo en un futuro muy próximo, o si no, tendrán dificultades, pero eso ahora no es su problema. Felisa únicamente es madre de su hija, la única a la que tiene que rendir cuentas en ese aspecto. Su jefe tiene que ser consciente de todo lo que ella vale.
- ¿Por qué no aprender algunos aspectos útiles de quienes llevan muchos siglos trabajando fuera de casa?-algo que se cuestiona a sí misma. Sabe que muchos de sus compañeros hombres están muy verdes en la esfera privada o doméstica; tendrán individualmente que trabajárselo en un futuro muy próximo, o si no, tendrán dificultades, pero eso ahora no es su problema. Felisa únicamente es madre de su hija, la única a la que tiene que rendir cuentas en ese aspecto. Su jefe tiene que ser consciente de todo lo que ella vale.
32- ¡Jorge le dijo a su
mujer que tenía el deber de agradar!
-¿Será verdad que soy un
machista?- se decía Jorge cuando bajaba las escaleras de su casa- ¡si yo le estoy reconociendo todo lo que vale
y lo buena que está!
Habían discutido porque se le había escapado que "lo normal
es que las mujeres tienen la costumbre de agradar estéticamente, estar atractivas y presentables".
A Jorge le parece a veces que es
un poco rollo esto de tener una compañera feminista. Esta vez no es para tanto. Está siempre con la
escopeta cargada. No entiende algunas de las frases que le escucha cuando da sus mítines de feminista. Él sólo dijo que las mujeres
tienen el derecho de agradar, y ella le espetó:
¡Una mujer actual y moderna paga con su libertad con el puñetero deber de la belleza impuesta!
¡Decir que las mujeres son el sexo que debe agradar es una consigna del
patriarcado machista!
¡No es justo que las mujeres seamos esclavas de la belleza, la
cosmética y la cirugía!
¡La ley del agrado es machista!
Jorge piensa que él no tiene la
culpa. Y además muchas mujeres están de acuerdo, por lo cual no es asunto suyo, ¡que
se aclaren entre ellas! No hay más que ver la televisión, la publicidad o las
revistas femeninas. Todo eso se le ocurre en un principio cuando la escucha sus protestas.
Jorge reconoce que está hecho un lío. Posteriormente
reconoce que seguramente es verdad que tiene en su cabeza muchas ideas
machistas, y quisiera ponerle remedio a eso. Va a procurar soltar ese lastre. Pero...de lo que aprendió desde niño, ¿tiene él toda la culpa?
Cuando llegó a la calle se dio cuenta de una cosa
importante. Al menos reconoce que no es bueno tener la obligación de ajustarse a una horma rígida,
como si todo el mundo tuviera que usar el mismo número de zapatos. Tener
libertad es intentar ser dueño de ti mismo.
Quizá es verdad que las mujeres no son dueñas de sí mismas cuando se creen
en la obligación de ajustarse a la horma o el canon de belleza que impone la
publicidad y los medios.
A Jorge le agrada Carla tal como es. Eso es lo que quería decir. Retira lo anterior. No
es lo mismo que muchas mujeres tengan la costumbre de obsesionarse con la
estética a decir que sea un derecho, y mucho menos un deber.
Jorge está hecho un lío, pero algo ha comprendido, hoy ha
soltado un pequeño lastre. A la hora de la comida se lo dirá y empezará de nuevo…
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